Matt Dillon a los 60: “Algunas puertas se cierran porque envejeces, pero otras se abren. Aprendes, ¡has vivido!”

Matt Dillon a los 60: “Algunas puertas se cierran porque envejeces, pero otras se abren. Aprendes, ¡has vivido!”

“No vayas por ahí”, avisa Matt Dillon cuando le preguntamos por la edad. No bromea, o solo bromea a medias, porque a lo largo de más de una hora de conversación, un día de mayo en el bar de un hotel de París, quedarán claras al menos dos cosas. La primera es que Matt Dillon (New Rochelle, EE UU), ídolo adolescente en los ochenta y atractivo treintañero grunge la década siguiente, asume sus 60 años sin problema: “Algunas puertas se cierran porque envejeces, pero otras se abren. Hay algo que he descubierto haciéndome mayor, y es que aprendemos a gestionar y a leer situaciones complejas. ¡Has vivido!”, exclama. Lo segundo que queda claro es que su cuota de vanidad —y para el gremio de los actores la vanidad no es un bien escaso— la colmó con creces en 1983, siendo casi un adolescente, al rodar con Francis Ford Coppola dos películas hoy clásicas: Rebeldes y La ley de la calle. Ahí se le encasilló como un tipo determinado de actor, una especie de James Dean de los ochenta, guapo, duro y turbulento, pero con un punto vulnerable. No le ha resultado fácil escapar de esa imagen.

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