Jill, la única que puede convencer a Biden a renunciar a la reelección

Jill, la única que puede convencer  a Biden a renunciar a la reelección

Tras el mal desempeño de Joe Biden en el debate de hace dos semanas, su esposa, Jill Biden, confesaba lo vivido esa noche. «Sabes Jill», le había dicho el presidente después del cara a cara contra Donald Trump, «no sé qué me ha pasado, pero no me sentí tan bien». Su respuesta fue, «mira Joe, no vamos a permitir que 90 minutos definan los cuatro años que has sido presidente». Así es la primera dama estadounidense, «cuando nos derriban, nos volvemos a levantar», ha dicho la que ocupa un lugar clave en las decisiones políticas y personales de su marido, de 81 años. Mientras de puertas para dentro algunos demócratas tratan de dibujar un nuevo candidato y ver las opciones, Jill le susurra al presidente que se ellos se quedan en la Casa Blanca.

La primera dama llegó a la vida del presidente un marzo de 1975, tres años después de que su esposa falleciera en un accidente de coche en el que también perdió la vida la hija de un año que ambos tenían. Joe se había quedado destrozado y a cargo de dos niños pequeños, Beau y Hunter. Cuando la pareja presidencial se conoció él tenía 32 años y ella 23. El primer encuentro lo cerró el destino a través del hermano mayor del presidente. «De hecho, tenía otra cita esa noche y la cancelé», ha contado la primera dama en alguna entrevista. Biden le pidió hasta cinco veces matrimonio antes de que Jill aceptara. La pareja se casó en 1977, y a partir de ahí se convirtieron en un equipo, en todas las esferas de su vida. Aconsejado por ella, Joe renunció a presentarse a las elecciones del 2016. «Fue la decisión correcta», confesaría más tarde en una entrevista, un año antes había fallecido su hijo Beau de un cáncer cerebral.

En los últimos días, Jill se ha visto sometida a varias críticas y presión por parte del propio Partido Demócrata por felicitar a su marido tras una actuación que medio mundo ha tachado de desastrosa. Jill se ha convertido en carnaza para sus rivales republicanos. La representante del partido por Wyoming la ha calificado como «abusadora de personas mayores» por animarlo a seguir participando en la carrera presidencial. Un sitio web conservador la denomina la «cruel Jill» que «se aferra al poder», y mientras todos admiten que la última decisión dependerá de ella.

La señora de 73 años se ha convertido en el centro de atención y el diario «The New York Times» la describe como el «escudo que protege a Joe Biden de las malas noticias», la chica dura criada en Filadelfia que no se rinde. Ese ha sido el papel de Jilly, como la llama cariñosamente el presidente, desde que conoció a su marido, un joven senador que además de sus desgracias personales lleva toda la vida enfrentándose a la adicción a las drogas de su único hijo y a su reciente condena, Hunter Biden. Lo mismo está haciendo ahora, proteger a su compañero, aunque muchos piensen que llegados a este punto la insistencia de Jill por permanecer es engañosa, como la de las otras tres personas de mayor confianza del presidente: su hermana, Valerie Biden Owens, su único hijo y un viejo amigo, Ted Kaufman.

Valerie ha manejado sus campañas políticas al Senado desde 1972, con tan solo 26 años. Defiende a su hermano a capa de espada y a sus 78 años siempre ha reconocido que comenzó sin saber cómo funcionaba el mundo político, «pero ella era experta en Biden. Él y yo compartimos la misma brújula moral», escribió en unas memorias que se publicaron en 2022 sobre la vida con el presidente, «Growing Up Biden» (Criando a Biden). «Ambos somos Biden y nadie más en una sala llena de expertos sabe lo que mamá habría pensado o papá habría hecho. Es desde ese profundo pozo de experiencia y educación compartidas que llamo la atención de mi hermano sobre lo que creo que será efectivo, le servirá como caja de control de sus instintos y hablará como alguien que dice la verdad», asegura su hermana.

En aquel libro, que permitió a los estadounidenses conocer mejor a su presidente, Valerie habla también de la adicción a las drogas y al alcohol que sufre su sobrino Hunter Biden. Joe Biden ha tratado de distanciarse públicamente de él para evitar que lo relacionen con sus turbios asuntos empresariales, pero cuando se trata de apoyo moral y consejos trascendentales, Hunter tiene un gran poder en las decisiones de su padre. Él, como el resto del grupo de confianza del presidente, quiere que los Biden se queden en la Casa Blanca.

En su libro, Valerie también hace referencia a Ted Kaufman, un viejo amigo de su hermano al que describe como la brújula del presidente. Formó parte de su primera campaña presidencial en 1987 y gracias a él Joe pudo superar un escándalo de plagio. Solo hay una manera de detener los tiburones, le dijo Kaufman a su amigo, y es tirar. Biden lo hizo y hoy dirige Estados Unidos. Kaufman defiende también que ahora siga tirando y apueste por su reelección.

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