Cuando los políticos silban

Cuando los políticos silban

No es preciso remontarse a 1821 para visualizar lo que es un cordón sanitario. Es cierto que el concepto se acuñó entonces, según nos dicen los historiadores, como freno a la fiebre amarilla que amenazaba Francia desde nuestro lado de los Pirineos, pero fue más de un siglo después cuando dio el salto a la política y se consolidó como estrategia para aislar e impedir a determinados partidos el acceso al poder. Y desde ese momento pasó a ser para los franceses una herramienta habitual en la gestión política frente a la extrema derecha sobre la que no cabía duda en el Hexágono: era un axioma grabado en el ADN republicano hasta que las opciones que se pretendían frenar fueron creciendo y aumentando sus apoyos en cada convocatoria electoral. Surgieron titubeos y se abrió el debate sobre cómo relacionarse con el partido de Le Pen y su fuerza demoscópica.

La incógnita en torno a cómo afrontar su auge se convirtió en debate nacional: políticos, analistas y politólogos han tratado de escrutar y resolver a lo largo de los últimos años el dilema sobre si impedir a una formación el acceso a las instituciones logra su objetivo de evitar que forme parte de la vida pública o si ese aislamiento, en cambio, da impulso a un sentimiento de protesta que va directo a depositarse en las urnas. Si el oficialismo nos ignora, vamos contra él, sería el «leitmotiv» con el que muchos ciudadanos habrían decidido su voto. Psicología social en estado puro. La prensa francesa, de hecho, se enfoca ahora en examinar quiénes son esos votantes «desarraigados» que, desde los márgenes, apuestan por opciones más antisistema, o al menos poco alineadas con el orden habitual, y que las apoyan no solo por cuestiones económicas. Con esa controversia teórica, cordón sanitario sí-cordón sanitario no, Macron se lanzó al vacío y decidió convocar legislativas tras su fracaso en las europeas en un arriesgado ejercicio de ensayo-error (o de osadía-error). Muchos quisieron ver la puesta en práctica de esa teoría que se inclina por dejar que el Frente Nacional llegue al poder y demuestre si hay algo más que retórica en sus planteamientos y que sufra el desgaste de la gestión.

Y, tras el resultado electoral que aboca a la inestabilidad, se aprecia una clara conexión con aquel órdago de Cameron al convocar el referéndum que culminó en el Brexit. Otro movimiento que fue calificado de audaz o arriesgado y cuyas consecuencias ya conocemos: el tiempo le dio respuesta y ahora lo hará en Francia. Aunque aún nos queda por discernir el alcance de la responsabilidad de esos políticos intrépidos porque Cameron, recordemos, se despidió de Downing Street silbando.

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