Fachogeometría

Fachogeometría

Piensa mucha gente (y por mucha gente me refiero sin ningún complejo a mí) que, tras el trauma de las horribles matanzas del siglo veinte, los europeos tuvimos la suerte de gozar de medio siglo pacífico gracias a que estaba fresco en la memoria de nuestros padres lo mal que lo habían pasado creciendo entre la miseria que las guerras producen. Experimentar la guerra en carne propia hizo que por fin se extendiera el logro moral de considerarla como un medio nunca legítimo de alcanzar objetivos.

Hoy en día, tenemos aquí la suerte de poder elegir libremente la consideración moral que le atribuimos a la guerra, cosa que no sucede en otras partes del mundo. Gracias a ello (y a los testimonios vivos de sus resultados) ya hace tiempo que en nuestras sociedades se erradico el entusiasmo bélico para arrinconarlo tan solo hacia los filmes de superhéroes. Aquí, ya nadie quiere dejar su pueblo para ir a ver mundo, muriendo por la patria, envuelto en un pinturero uniforme de brillantes colores.

Pero hay que reconocer que ese planteamiento común para nosotros, no se da necesariamente en otras personas, otros países. Muchas tradiciones en el globo terráqueo no suscriben esa deslegitimación del enfrentamiento. Para combatir y domesticar tales ideas, tenemos la tecnología, la fuerza de la prosperidad económica, el derecho, etc.

A lo mejor tengo un talento natural para olfatear la estupidez, pero detecto un aumento del fanatismo y la intolerancia en el discurso público actual. Viviendo bien, y olvidadas las guerras, reaparece de nuevo el fácil fanatismo, la idea de considerar malvado al que piense diferente que nosotros. Encontramos fachas de derecha y fachas de izquierda, todos dispuestos a negar que haya bondad en el contrario. Lo facha resulta no tener forma de esfera como equivocadamente creen los incapaces de ver su propia fachendería, sino forma de poliedro. Un poliedro de infinitas caras.

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