Orden y firmeza, promesas del Gobierno Barnier para su propia supervivencia

Orden y firmeza, promesas del Gobierno Barnier para su propia supervivencia

Fragilizado desde su nacimiento, conservador en su ADN y con poca presencia de caras de renombre. Así arranca el Gobierno de Michel Barnier que ha tenido este lunes su primer Consejo de Ministros en el Elíseo presidido por Emmanuel Macron. Si de apuestas se tratara, pocos –por no decir nadie– se jugarían algo a que sobrevivirá hasta el final del segundo mandato del presidente francés en 2027, pero Barnier tiene a su favor precisamente eso: ante tanta adversidad, cualquier logro y supervivencia mes a mes lo podrían ir reforzando como única alternativa viable después de dos meses y medio de parálisis tras las legislativas.

«Irreprochables y modestos», ésta es la actitud que espera Barnier de su equipo. Y así lo ha expresado en su primer día de curso. Hay que «actuar más que comunicar, y actuar antes de comunicar», ha recalcado. «Nada de fanfarronadas, por favor», ha subrayado en la mesa del Gabinete. La receta de Barnier para la operación supervivencia pasa por esa actitud frente al ruido asegurado que les espera en la Asamblea Nacional y en las calles.

El artefacto de coalición entre el centro y la derecha nace con muchos adversarios y una dependencia parlamentaria en manos de Marine Le Pen, quien siempre podrá pulsar el botón rojo del veto con sus 126 diputados y once millones de votos. La concesión a la ultraderecha se centra en el ministerio del Interior, adonde llega Bruno Retailleau, el elemento con más peso político del nuevo Gobierno. En su toma de posesión en la mañana del lunes ha sentenciado que tiene tres prioridades al frente del Ministerio: «Restablecer el orden, restablecer el orden y restablecer el orden». Coincide plenamente con el diagnóstico de Le Pen, pero la líder del Reagrupamiento Nacional (RN) siempre critica que históricamente la derecha diga eso para luego desde el poder hacer lo mismo que el socialismo o el centro.

La presencia en Interior de Retailleau, un ultraconservador opuesto al matrimonio igualitario o al derecho del aborto, configura el elemento más exasperante para la izquierda, que ya anuncia que piensa continuar con su calendario de movilizaciones para denunciar la imposición por la fuerza de un Ejecutivo conservador por parte de Macron sin haber respetado su victoria –por mayoría simple– en las legislativas. El Elíseo sigue recordando que la decisión de nombrar como primer ministro a Barnier era la única salida para no acabar en una censura a las primeras de cambio.

El primer gran reto al que se enfrenta este Gobierno será el del déficit y las arcas públicas. Tocar o no los impuestos –y a quiénes– se anuncia un debate intenso incluso dentro de la propia coalición. En una entrevista en la televisión pública francesa este domingo por la noche, Barnier prometió en particular no «aumentar aún más la presión fiscal sobre todos los franceses», pero consideró que «los más ricos deben compartir el esfuerzo de solidaridad».

Algunos ministros ya se han puesto la tirita antes de la herida en su primer día de curso. «No soy un hada, no puedo hacer milagros», ha dicho al tomar posesión este lunes la nueva ministra de Sanidad, Geneviève Darrieussecq, a sabiendas que el estado de la sanidad es una de las grandes preocupaciones de los franceses.

El nuevo Consejo de Ministros está compuesto por perfiles discretos, sin grandes nombres o líderes de partido, más centrados en la batalla de 2027 para las presidenciales. Algunos de los perfiles sondeados para formar parte del Ejecutivo en los días previos, conscientes de que podrían arder pronto en la hoguera de una posible moción de censura, prefirieron rechazar la posibilidad de formar parte de él. Y quizás en ello sí que tenga una paradójica ventaja este Gobierno de perfil bajo, poco interesado en el foco y mucho más en poder sobrevivir.

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