El Gobierno laborista promete no volver a la era de la austeridad

El Gobierno laborista promete no volver a la era de la austeridad

Una de las primeras medidas que tomó el Gobierno laborista de Keir Starmer tras ganar las elecciones de julio fue recortar los subsidios que recibían los pensionistas para las facturas de luz y gas en invierno. La decisión, que no estaba en el manifiesto, le valió al primer ministro su primera rebelión en Westminster. Pero argumentó que no tenía otra opción, debido a la crítica situación de las arcas públicas heredada de los conservadores.

Este es el gran mantra instaurado en Downing Street. El Gobierno no deja de repetir que se ve obligado a hacer recortes impopulares debido a la mala gestión de catorce años de era tory. El problema es que sindicatos, empresarios y las propias bases comienzan a estar cansados de tanto derrotismo. Se considera que se está hablando demasiado sobre la herencia fiscal y no lo suficiente sobre sus planes a largo plazo.

De ahí que la ministra de Economía, Rachel Reeves, apostara este lunes por un tono más optimista en su discurso ante el congreso anual que el Partido Laborista celebra esta semana en Liverpool. «Lo que verán en su ciudad es algo que no hemos visto con suficiente frecuencia en nuestro país: palas en el suelo, grúas en el cielo, los sonidos y las vistas del futuro que se avecina. Lo haremos realidad», matizó. «Este es nuestro momento, nuestra oportunidad de demostrar que la política puede marcar la diferencia, que los mejores días para Reino Unido están por venir», añadió.

La intervención de la primera mujer en la historia de Reino Unido en ponerse al frente de la cartera del Tesoro era uno de los platos fuertes de la conferencia. La ministra dejó claro que no revertiría su decisión de recortar ayudas a los jubilados, a pesar de las críticas de los propios sindicatos, con enorme influencia en la formación. «Sé que no todos en esta sala, o en este país estarán de acuerdo con cada decisión que tome. Pero no eludiré esas decisiones ni por conveniencia política ni por ventaja personal», matizó. También se mantuvo firme en sus acusaciones a los tories, a los que culpó de un agujero de 26.000 millones de euros. «De no tomar medidas enérgicas ahora se plantean riesgos para los próximos años», advirtió.

Con todo, incidió en que estaba construyendo «un país de oportunidades, justicia y emprendimiento». Y, ante todo, prometió que no habrá un regreso a la austeridad. «Porque sé cuánto daño se ha hecho en esos años», señaló entre una gran ovación.

La canciller no reveló detalles sobre los Presupuestos Generales que se presentarán el próximo 30 de octubre. Aunque sí se ha comprometido a un aumento promedio en la partida de Whitehall –donde están los ministerios–. Los economistas advierten que un incremento del 1% sobre la inflación, que se suponía en los planes del Gobierno conservador anterior, significa recortes pronunciados en áreas desprotegidas, como tribunales y gobierno local.

En su intervención, Reeves también cosechó grandes aplausos al anunciar el nombramiento de un Comisionado para la Investigación de la Corrupción durante la Pandemia. «No voy a mirar para otro lado ante todos aquellos que usaron una emergencia nacional para llenarse los bolsillos. No les voy a dejar que se escabullan», aseguró la ministra que cifraba en más de 650 millones de euros «las cantidades regaladas a amigos y donantes del Partido Conservador».

Durante el discurso, tuvo que lidiar con la interrupción de un manifestante propalestino que acusó al Gobierno de seguir vendiendo armas a Israel. «Somos un Partido Laborista transformado que representa a los trabajadores, no el partido de la protesta», aseveró la canciller.

Su intervención recibió una larga ovación poniendo a la sala en pie. Sin embargo, la audiencia a la que tiene que ganarse está en gran parte fuera de la conferencia. El Gobierno está perdiendo apoyo incluso antes de haber alcanzado los 100 días en el poder, en parte por los recortes que ya están implementando. Pero el público al que realmente Reeves quiere hablar, y al que se dirigía gran parte su discurso, es el de las empresas. En este sentido, habló de estabilidad y de un plan que traería prosperidad a Reino Unido. De momento, ha logrado imprimir algo de optimismo. Pero la verdadera prueba de fuego será el próximo mes, cuando se verá si los presupuestos generan confianza a inversores o, por el contrario, ofrecen más motivos de alarma.

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