De Cleopatra a Loren: la erótica de la toalla

De Cleopatra a Loren: la erótica de la toalla

La clásica toalla obligatoria en gimnasios, cuartos de baño y habitaciones de hoteles, donde aparecen sobre la cama enrolladas en formas extraordinarias, tiene su origen en el mundo antiguo. En Egipto eran utilizadas por faraones y élites cortesanas. Frotaban su cuerpo con natrón y sosa como desinfectantes y se aclaraban con agua y secados con un paño, como se observa en algunas pinturas funerarias tebanas, aunque haya sido el cine quien ha fijado en nuestras retinas a una Elisabeth Taylor como Cleopatra bañándose en leche de burra y secada por sus sirvientas con una tela. En Roma las toallas recibían el nombre de «linteo» y eran normalmente de lino crudo o algodón, se usaban en las termas y como elementos de higiene doméstica, como se menciona en el Evangelio de San Juan, un texto de datación discutida entre el 90-125 d.C. En este Evangelio se narra la escena del lavatorio de pies donde Jesús seca con un lienzo los pies de sus discípulos. También aparecen mencionadas en los epigramas de Marcial (40-104 d.C.), a propósito de la descripción de Menógenes, un sujeto que visitaba las termas y calificado por el poeta como «un parásito pegadizo» y adulador de la blancura de las toallas ajenas. En algunos frescos pompeyanos aparecen hombres cubiertos con un paño teñido, como el caso de Dionisios en la casa de los Misterios. Merovingios, francos, visigodos y ostrogodos heredan su uso de los romanos, de hecho, la actual palabra toalla deriva del germánico «thwalhlja», que en francés antiguo quedará como «toaille», en catalán antiguo como «tovalla» y en castellano medieval como tobaja. Al mismo tiempo que se generaban las palabras en lengua romance el uso de la toalla comenzaba a extenderse entre las élites siendo normalmente de lino o algodón bordadas con monogramas que aludían a su propietario.

Al ser objetos de lujos solían formar parte del ajuar de las mujeres nobles que aportaban la ropa blanca a la nueva casa. Así entre el ajuar doméstico de Beatriz Galindo, conocida como La Latina, instructora de letras de Isabel la Católica y casada con Francisco Ramírez de Madrid, secretario de los Reyes Católicos, constaban «ocho pares de tobajas labradas» entre otros enseres. Al ser objetos valiosos en época medieval aparecen mencionados en las dotes y en los testamentos. Así en el testamento de Diego Alonso de Burgos, regidor de esa ciudad y mercader, se mencionan sábanas de lienzo de Flandes y de Castilla, colchas de lienzo de Bretaña y seis tobajas de Flandes entre otra ropa doméstica. En las casas humildes había poca ropa doméstica, ya que el mobiliario era inexistente. Cuando una dama entraba en los muros de un convento solía llevar pequeños muebles, escaños, arcas y arcones con sus sábanas y lienzos de baño. En el siglo XVI comenzaron a fabricarse toallas de tela negra y terciopelo mucho más pesadas cuyo precio oscilaba entre los seis y cuatro reales, de moda entre las élites de la corte.

En el Imperio Otomano la toalla era muy utilizada en los baños turcos. Las mujeres utilizaban un lienzo especial en los baños ceremoniales antes de las bodas, el «pestamel». Las mujeres de los palacios turcos como Topkapi fueron responsables del trabajo elaborado con ricos bordados y ornamentos del «pestamel». La decoración fue cada vez más elaborada y las piezas, más ostentosas y exquisitas. Cada generación de mujeres en el palacio exigía la elaboración de nuevos diseños cada vez más elaborados.

En el siglo XVIII con la introducción de máquinas de tejer e hilar aumentó la accesibilidad de este utensilio que llegaría a todos los sectores de la sociedad en el siglo XIX con la industrialización y la distribución del algodón al por mayor lo que abarató los costes de producción de la tela. Fue en este momento cuando se puso de moda la felpa, hecha a base de lazos cortos de algodón que hacían el tejido más absorbente. Desde entonces la toalla forma parte de la vida cotidiana, fabricadas con diferentes tamaños que indican su función, manos o ducha, diferentes materiales como el algodón para las toallas de casa o la microfibra que aligeran su peso en los viajes, y diferentes colores. La toalla ha contribuido a algunas escenas inolvidables del cine.

Han servido para envolver cuerpo y cabeza de divas inolvidables como Sofia Loren, que junto con Gregory Peck protagoniza «Arabesque» dirigida por Stanley Donen en 1966, o el cuerpo de un extraterrestre, como nos muestra Spielberg en su película de 1982. Fue en 1915 cuando se utilizó por primera vez la expresión «tirar la toalla», como sinónimo de rendirse, al describir la reacción del entrenador de un boxeador que ve a su deportista al límite y que tiene la potestad de tirar la toalla al aire que debe caer dentro del cuadrilátero como símbolo de rendición. Sean como sean nuestros retos y combates se recomienda paciencia y mantener la toalla al cuello.

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