Algo va mal cuando un canciller socialdemócrata no puede hacer campaña en un Estado donde su partido, el SPD, lleva gobernando 30 años y en cuya capital, Potsdam, él tiene su domicilio particular. Olaf Scholz se ha convertido en un personaje tóxico y por eso no le invitaron a participar en ningún mitin en Brandeburgo. Allí no se ha votado al Partido Socialdemócrata. Se ha votado para frenar a Alternativa para Alemania, sí, pero se ha votado, sobre todo, al socialdemócrata Dietmar Woidke, un líder regional de 62 años, honesto, cercano a sus conciudadanos, preocupado por la educación, la sanidad, la economía familiar, sin ambiciones políticas nacionales. Alguien que dijo que se iba a su casa si ganaba la ultraderecha. Y la gente le ha creído.
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