El Sr. Draghi, viene a la ciudad

El Sr. Draghi, viene a la ciudad

Probablemente, la personalidad europea actual más respetada sea Mario Draghi. Los europeos reconocemos así su actuación heterodoxa que salvó el euro y cambió al Banco Central Europeo, abandonando el molde del Bundesbank. Ahora, a días del comienzo de los cinco años de mandato de una nueva Comisión, Draghi ha entregado su Informe sobre el futuro. 400 páginas para decirnos que no vamos a desaparecer, pero sí vamos hacia el declive y antes o después la «agonía», lo que para el mayor bloque económico del mundo no es pequeña advertencia, emitida por uno de los más respetados líderes europeos de nuestra historia.

Inevitablemente, Draghi no nos descubre nada, pero lo ratifica y lo sistematiza. Llevamos 20 años quedándonos atrás en renta total y per cápita por falta de crecimiento, al fallarnos la productividad. No invertimos suficiente, ni nosotros, ni nuestros gobiernos, pese a que ahorramos y pagamos más impuestos que los norteamericanos. La Unión Europea no ha recuperado aún los niveles pre covid. Los chinos también nos superan en inversión, junto en patentes, en investigación y desarrollo junto con los Estados Unidos. Nuestros mercados funcionan peor que al otro lado del Atlántico, tanto los financieros como los reales. Es cierto que trabajamos menos horas, comemos mejor, tenemos la mayoría de los países más felices y también más longevos del mundo. Así que algunos pensarán que para qué cambiar. El señor Draghi nos advierte que si no crecemos todo lo demás irá desapareciendo, incluido nuestro proyecto europeo común, «estamos ante un desafío existencial».

El informe no plantea ningún cambio en las leyes y prácticas sociales o laborales europeas, sino que apuesta por una decidida y agresiva política industrial a nivel europeo, una mayor integración de las decisiones de esta política, con modificaciones en las actuales políticas de competencia y de cambio climático, más acordes con la realidad mundial y nuestras necesidades energéticas. Pero ojo, las iniciativas de campeones nacionales debilitan el Mercado Interior, nuestro mejor activo común. También demanda una menor intensidad legislativa, abandonando el concepto de que la UE sea «el Silicon Valley de la regulación». Tarea no fácil, solo la Agenda Verde presupone 70 leyes nuevas. Esta política industrial requerirá movilizar cada año hasta 2030 el 4,5% de la renta de la UE, 800.000 millones de euros, volviendo a niveles de inversión similares a los años 70.

Draghi introduce la cuestión de que vamos a peor. La repetida argumentación de que nuestros hijos vivirán peor. Lo malo de las malas expectativas en economía es que las certezas las aceleran. El dinero de los europeos lleva años invirtiendo fuera. Por ello su informe nos aconseja tomar medidas cuanto antes. Así deberíamos conseguir que la inversión europea prefiera dirigirse a casa. Para ello parece lógico preguntarse por qué. Sabemos las respuestas: Tamaño inadecuado de las empresas, mercados nacionales más que europeos, sobre todo en los servicios, impuestos altos a la inversión, seguridad jurídica dividida por países, mercados de capitales fragmentados y obsoletos, la actuación de capital riesgo es al menos un tercio menor que en Norteamérica y en consecuencia se crean menos start ups en la Unión Europea. La financiación empresarial sigue siendo principalmente bancaria, con los bancos devolviendo cada vez más capital a sus accionistas ante lo que deben percibir como poco rentable negocio de intermediación. Los activos intangibles no suelen ser aceptados como colateral por los bancos, cuando son ellos la base del salto tecnológico.

La alternativa a la inversión privada es desde luego la pública, aunque esta no podrá superar el 20% de lo necesario. Draghi aconseja utilizarla en el caso de la creación públicos europeos, por ejemplo, las redes eléctricas. A raíz de la covid, la UE emitió por primera vez bonos. La experiencia no ha producido activos con riesgo cero, como los bonos alemanes. El mercado valora estos bonos como los franceses, que en estos tiempos no es mucho decir. Pero hay un par de cosas incluso más importantes. Por un lado, una política continuada de emisiones europeas crearía un mercado, pero exige un flujo constante de ingresos al mismo nivel. Eso se llama ingresos públicos recurrentes adicionales, nuevos impuestos europeos. Difícil que los gobiernos renuncien ahora a sus ingresos. ¿Nuevas figuras tributarias entonces? Diferenciar para medir los déficits públicos por tipos de inversión parece una opción necesaria, aunque lejos del consenso político.

Aunque aquí no se acaban las preguntas. ¿Ha sido la experiencia de los Fondos Next Generatión movilizadora de inversiones privadas? Todavía no lo sabemos. Las autoridades nacionales y europeas deberían darse prisa en decírnoslo, lo que ninguna ha planteado de momento. Lo que sí conocemos ya es que las autoridades europeas tienen problemas para repagar lo ya utilizado de esos fondos en los nuevos presupuestos europeos. No se puede perder de vista que los Países Bajos y Alemania ya han rechazado nuevas emisiones de bonos europeos. No es una sorpresa que los más partidarios sean los receptores netos de fondos europeos.

Sería una pena que el informe Draghi sea «una voz que clama en el desierto». Muchas experiencias enseñan que las cosas se tienen que poner muy mal para que las costumbres se cambien y aun así no suele pasar. Los resultados electorales nacionales indican un creciente descontento, que como es costumbre, se centra en los extraños. Pero muchos de nuestros problemas de productividad y crecimiento poco o nada tienen que ver con los inmigrantes. La UE sigue siendo el más ambicioso y exitoso experimento político y económico de la historia moderna, pero la diarrea legislativa y las soluciones simples a los problemas complejos, como el cambio climático o la inmigración o las nuevas inversiones tecnológicas, no son inevitables. La nueva Comisión que empieza su camino justo ahora debe ofrecernos cambios profundos y creíbles. Los principios en política democrática son un momento único. Estemos atentos, pronto sabremos a qué atenernos. Mario Draghi nos ha proporcionado un manual de seguimiento. Gracias.

Rodrigo Rato fue vicepresidente del Gobierno y director gerente del FMI.

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