La formación tecnológica que me dio una segunda oportunidad

La formación tecnológica que me dio una segunda oportunidad

Harrison Ford fue carpintero antes que actor. Hablando de actores, Arnold Schwarzenegger y Ronald Reagan tuvieron este papel en Hollywood antes de ser gobernador de California y presidente de Estados Unidos, respectivamente. Otro que tuvo una profesión antes de ser la máxima autoridad de un país fue Vladimir Putin, quien pasó de ser agente del KGB a presidente de Rusia. Y Jeff Bezos trabajó en banca de inversión antes de montar una de las mayores empresas del mundo, Amazon.

Sirvan todos estos ejemplos para ver que hay muchas personas que, en un momento dado de su vida, deciden cambiar radicalmente de profesión.

Reciclar en tecnología

La tecnología, un sector en el que las empresas demandan muchos más perfiles profesionales de los que realmente hay en el mercado, está repleto de oportunidades para hacerlo.

Además, son muchas las empresas tecnológicas que ofrecen esta formación (tanto en sus propios productos como en cuestiones más genéricas como saber programar o en tecnologías punteras como puede ser la Inteligencia Artificial o la ciberseguridad) incluso de manera gratuita, pensando especialmente en jóvenes, desempleados y personas pertenecientes a colectivos desfavorecidos. Porque las personas que deciden reciclarse tienen detrás su particular historia. Desde la que huye de la Guerra de Rusia contra su país (Ucrania) a la directora de orquesta o la profesora que abandona las oposiciones.

Alba María Díaz-Carrasco Sanzo se encontraba en un momento de incertidumbre tras finalizar su Máster de Profesorado en Filosofía. Con oposiciones a la vuelta de la esquina y pocas plazas disponibles, decidió explorar otras opciones. «Me planteé estudiar una FP tecnológica, pero al final me hablaron de la beca de Samsung Innovation Campus junto con la Universidad Politécnica de Madrid para introducir a las mujeres en el sector de la Informática. Probé suerte y funcionó», nos cuenta Alba Díaz-Carrasco. La beca ofrecía una remuneración total del curso, un periodo prolongado y la presencialidad, lo que facilitó su decisión.

A pesar de que todo fue bien, esta estudiante admite que lo más complicado fue lidiar con el síndrome de la impostora al estudiar un campo diferente. «Quizá lo más complicado fue intentar no caer en el síndrome de la impostora al estudiar otro campo diferente, aunque en filosofía también me pasaba», señala.

La formación en Samsung Innovation Campus ha tenido un impacto significativo en su vida. «Ahora tengo un contrato indefinido, un sueldo más o menos digno y menos incertidumbre con lo que respecta al futuro. Quizá esto último es lo que, como joven que se acerca a la treintena, más buscaba», concluye Alba Díaz-Carrasco.

Un caso bien distinto es el de Galyna Chupirova, originaria de Kyiv (Ucrania), quien ha vivido toda su vida en su país natal, trabajando durante mucho tiempo para varias empresas multinacionales, gestionando el departamento de planificación de la demanda y reabastecimiento, y liderando proyectos internacionales. «Vivimos bien y felices y lo teníamos todo», recuerda Chupiroba.

Sin embargo, en 2022, la guerra en Ucrania cambió su vida por completo. «Todos los días, bajábamos a un subterráneo para escondernos de los bombardeos y decidimos que teníamos que mudarnos por el bien de nuestras vidas, por el bien de nuestros hijos», explica. Desafortunadamente, no tuvieron otra opción que dejar todas sus pertenencias y mudarse a España para comenzar una nueva vida.

Al llegar a nuestro país, Galyna Chupiroba se puso en contacto con una asociación que apoya a los refugiados, especialmente a las mujeres en diversas situaciones. Fue a través de esta asociación como conoció el Factorio Fesienco, una oportunidad para aprender algo nuevo y con alta demanda en el mercado. «Fue divertido, fue interesante, fue difícil, fue intenso. Todo a la vez», recuerda esta estudiante.

Durante su formación como científica de datos, Chupiroba encontró una comunidad de colegas de diferentes países, con quienes compartió y aprendió. «Son mis colegas, creo, personas perfectas, personas muy interesantes, diferentes y de diferentes países. Encontré amigos, encontré una buena comunidad para compartir, para aprender», señala a LA RAZÓN.

La inteligencia artificial, una tecnología que describe como «perfecta e interesante», le ha brindado muchas oportunidades y ha tenido un impacto significativo en su vida. «Esta experiencia me da mucho, creo, en mi vida para seguir adelante», concluye Galina Chupiroba.

Otra persona que dio un giro de 180 grados a su vida profesional y personal fue Teresa B. Lufuluabo, quien dedicó 20 años de su vida a estudiar música y dirección de orquesta. Ha encontrado una nueva pasión en el mundo de la tecnología. «He estado 20 años, sin exagerar, ni uno más ni uno menos, estudiando música», asegura en conversación con este medio. Sin embargo, la pandemia cambió su perspectiva y decidió buscar nuevas oportunidades.

Otras teclas

«Al principio, cuando ocurrió la pandemia, me había quedado sin proyectos y entonces me doy cuenta de que me puedo quedar sin trabajo. Así que me pongo a mirar qué opciones tengo para considerarlas como plan B», explica esta artista. Fue entonces cuando descubrió 42, una formación en programación que facilita Fundación Telefónica y que, en su caso, le permitió reinventarse por completo. «Hice la piscina (un proceso de selección intensivo y presencial de 26 días de duración) y quedé totalmente enamorada», recuerda.

Teresa B. Lufuluabo destaca la flexibilidad y el enfoque práctico de 42. «Son estudios que son a tu ritmo, no necesitas tener conocimientos de nada previo», menciona. A pesar de las dificultades de combinar trabajo y estudio, esta profesional ha encontrado en la tecnología una nueva vocación. «La calidad de vida trabajando en una empresa tecnológica es algo que la música hoy en día en España no da», afirma.

Actualmente, Teresa está trabajando en el proyecto Open Gateway de Telefónica Innovación y planea especializarse en ciencia de datos. «Mi intención, cuando termine los siete primeros niveles, es intentar especializarme en data, porque me interesa cómo funciona la ciencia de datos», comenta, aunque también muestra interés por todo lo relacionado con la ciberseguridad (aunque casi más a nivel personal que profesional, según reconoce).

El cambio, concede, no ha sido fácil. «Lo más complicado ha sido ser capaz de decir que después de 20 años dedicada a la música voy a renunciar a toda esta formación», confiesa. Sin embargo, la satisfacción de aprender algo nuevo y aplicarlo ha sido enriquecedora. «Es bastante gratificante el poder programar y ver que funciona tu código», señala.

Miles de personas formadas gracias a universidades y empresas

No siempre, pero en muchas ocasiones estas formaciones gratuitas están especialmente pensadas para personas en riesgo de exclusión o con algún tipo de discapacidad.

Microsoft, por ejemplo, llega a acuerdos con entidades sin ánimo de lucro, como la Fundación Esplai, que proporciona cursos de programación, ciberseguridad y desarrollo de Inteligencia Artificial gratuitos. Fuentes de Microsoft aseguran que los datos que manejan «demuestran que el 76% de las personas que obtienen certificaciones oficiales en tecnologías Microsoft obtienen un empleo en menos de tres meses». Desde que esta colaboración está activa, cada año se han formado una media de 7.000 personas, tanto de manera directa, como a través de las 41 entidades que colaboran en la Red Conecta.

Otra de las compañías tecnológicas en ofrecer formaciones en la materia y sin coste es Samsung. Miguel Ángel Ruiz pone el énfasis en Samsung Innovation Campus, «el mejor reflejo de nuestro compromiso con la empleabilidad, a través de la divulgación del conocimiento y la capacitación en IA de las nuevas generaciones». Según Ruiz, se ha formado a más de 700 jóvenes desde 2020, en colaboración con la Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad de Málaga y otras instituciones como Fundación ONCE.

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