Suzi Quatro: la inocencia de la pionera

Suzi Quatro: la inocencia de la pionera

En 2019, un documental reivindicaba la figura de Suzi Quatro (Detroit, 1950). En él, nada menos que Debbie Harry, Chrissie Hynde, Joan Jett, Tina Weymouth, KT Tunstall y Donitta Sparks, entre otras artistas, venían a decir más o menos lo mismo: no habrían hecho lo que hicieron si no fuera porque ella se atrevió primero. La carrera de Suzi Q, como se la denomina en el título del documental (nada que ver con la canción de Dale Hawkins que hizo célebre The Creedence Clearwater Revival, por cierto), una trayectoria realmente atípica, sirvió de inspiración para una generación de rockeras, pero ella prefiere no enarbolar ninguna bandera ni arrogarse más méritos de los que le corresponden. «Llevo 60 años en el negocio y te puedes imaginar que hay que tener una serie de condiciones para lograrlo, pero yo nunca tuve ningún problema por mi género. Yo hacía rock & roll y punto», zanja con garbo. La rockera celebra «un viaje musical vital» el próximo Iberia Festival de Benidorm, que se celebra los días 11 y 12 de octubre.

Quatro nació en una familia particular. Arthur Quatro, su padre, era músico profesional y educó a sus cinco hijos en el amor a los instrumentos. «El que menos, podía tocar –y me refiero a leer y escribir las notas- tres instrumentos. Así fue como me criaron, pero el primer impacto que la música tuvo en mi vida fue cuando, con cinco años, vi aparecer en el televisor a Elvis Presley cantando ‘‘Don’t Be Cruel’’ en el Ed Sullivan Show. Mi hermana nueve años mayor, lo recuerdo como si fuera ayer, empezó a gritar. Y yo no entendía por qué. Pero miré a la pantalla y recuerdo caer dentro de la televisión, cruzar el cristal. Y pensé claramente: ‘‘yo voy a hacer eso’’. Es muy extraño que te suceda algo así a esa edad. Pero esa experiencia se quedó conmigo toda la vida como una especie de llamada del destino. Siempre he tenido un sentido y un instinto fuerte, siempre he confiado ello», dice por videollamada desde Londres, donde reside. Quatro formó una banda, The Pleasure Seekers, con sus hermanas. Tocaba el bajo (que era casi tan alto como ella) pero pronto se convirtió en la «frontwoman» durante siete años en los que la formación recorrió el estado de Michigan. Una noche, el productor Mickie Most le ofreció un contrato para su carrera en solitario. Y en 1971 se la llevó a la capital de Reino Unido, de donde nunca más regresó a su Detroit natal. «Sí, pero tengo a mi ciudad metida en el ADN –advierte–. Tú puedes irte de Detroit, pero Detroit nunca sale de ti. Es una ciudad muy especial por la fraternidad que existe, la comunidad integradora que ha salido de sus calles y sus fábricas. Y te imprime dentro una energía y una sensación de peligro que es inigualable. Así lo dice también mi amigo de la infancia Alice Cooper», ríe Quatro.

El mono de cuero

En Inglaterra hizo dupla con el compositor Mike Chapman y comenzó a lograr éxitos en las listas de ventas, a las que se asomó desde un mono de cuero negro que provocó algunas miradas incómodas. «Siempre soy sincera, aunque a veces pueda ser ingenua. Hago lo que hago sin pensar en cómo lo va a percibir la gente. Hicimos una reunión sobre mi imagen. Me preguntaron qué quería vestir. Yo dije cuero, pensando en Elvis y me dijeron que no. Insistí. Se negaron. Por supuesto, me salí con la mía. La idea del mono me pareció buena porque me permitía saltar por ahí y que todo estuviera donde tenía que estar. Pero cuando me hicieron las fotos y las vi recuerdo que pensé: ‘‘oh, dios mío’’, pero la decisión estaba tomada. Fue sexy porque no tenía la intención de serlo», dice la rockera, que gobernó su carrera aunque bajo el asedio de la mirada y la opinión masculina. «Me preguntan mucho al respecto y está bien. Todo el mundo quiere saber sobre ello. Pero yo crecí en una familia de cuatro chicas y un chico. Y mi padre nos crio a mis hermanas y a mí para que fuéramos independientes. No quería cuatro niñas torpes colgando de él. Ninguna lo fuimos, claro. Y en mi casa éramos chicas haciendo música desde que tengo memoria, así que nada de lo que me ocurrió después en el negocio musical me llevaba a pensar que era algo inusual. Simplemente estaba haciendo lo que aprendí de niña. Así que, aunque había muros en aquella industria tan dominada por los hombres, muros que existían, yo no los veía. Mi actitud era: ‘‘Hola, yo toco el bajo’’. Y si alguien tenía algún problema con eso, salía por la puerta. Nunca sentí la necesidad de justificarme y sigo sin tenerla». Padeció, claro, el paternalismo y la condescendencia. Sí, pero siempre he tenido mucha confianza en mí misma. Y desde que tengo seis o siete años tengo ese ‘‘factor X’’ del carisma. En mi familia había un espectáculo constante en nuestra sala de estar, en la cocina… en todas partes actuábamos para el resto. Siempre alguien hacía algo: bailaba, cantaba, contaba un chiste, y yo, desde niña, sentía que la habitación entera se detenía para mirarme y escucharme cuando era mi turno. En mi cerebro siempre he sentido ese empuje hacia el escenario y nunca han podido amilanarme».

Los referentes

Quatro tuvo principalmente modelos masculinos, referentes de lo que quería hacer y en quien se quería convertir. Había alguno femenino, sí, «como Billie Holliday, Janis Joplin, porque recuerdo escucharla y pensar: “eh, eso podría hacerlo yo misma” y Carole King, con quien me conectaba algo que no puedo explicar», pero la mayoría eran varones. Así que, como relataba el documental sobre su vida al que aludíamos al principio, la bajista se convirtió en un modelo para la siguiente generación. «Yo nunca lo imaginé, no se me había ocurrido antes que eso fuera así. Pero me escondí en el patio de butacas durante el estreno de aquella película –tenía 69 años entonces– y fue, mirando a las caras de las espectadoras que estaban allí, que me di cuenta de que eso podía ser así. Después se lo escuché decir a mis compañeras de profesión y fue para mí una toma de conciencia que me hizo feliz y me hizo llorar. Ahora lo acepto humildemente y me lo llevaré a la tumba», confiesa en conversación con este periódico.

«Hoy soy feliz por la persona en la que me he convertido y la carrera que he tenido. Estoy consiguiendo las mejores reseñas de mi carrera a los 74 años, y eso no puede ser malo, ¿no? Mi marido a veces me manda una crítica y me pregunta: ‘‘Esto lo has escrito tú misma, ¿verdad?’’», ríe la rockera con la inocencia e inconsciencia de las pioneras.

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