El enorme riesgo de dejar la transición energética en manos de activistas

El enorme riesgo de dejar la transición energética en manos de activistas

En Europa se habla con frecuencia sobre el liderazgo en transición energética y la importancia de la competitividad y la industria. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Como explicaba un inversor norteamericano, «ustedes tienen transición energética visual». A los gobiernos parece importarles mucho lo que ven –paneles solares y plantas eólicas– y muy poco lo que no ven, redes y minería. El Gobierno se enorgullece de liderar la Transición Energética y trata de sacar pecho por el ejemplo que supone España. Sin embargo, a la hora de la verdad, lo que hace es retrasar la transición a la vez que deja pasar la oportunidad económica e industrial que supone.

No permitir a la industria conectarse a la red (al no tener en cuenta las necesidades de la industria en la Planificación de la red de Transporte ni en sus modificaciones puntuales), dejando de lado a la industria que quiera descarbonizarse, pero también impidiendo que la inversión venga a España para aprovechar la ventaja competitiva de las renovables. No existe ningún otro país que impida a su industria conectarse a la red según sus necesidades.

¿Es casualidad o diseño? En el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, la demanda final de electricidad nacional para usos no energéticos sólo crece un 1,2% entre 2019 y 2030 ¡en total, no anualmente! ¿Espera de verdad el Gobierno un estancamiento de la actividad industrial en una década? Parece que sí. Es más, la electricidad pasa de representar el 24% del consumo final de energía excluyendo usos no energéticos en 2020 a representar el 29,1% en 2030. ¿Electrificación? Un aumento de sólo 500 puntos básicos en 10 años. No hay transición energética ni reindustrialización sin redes.

El marco actual impide las inversiones anticipadas en distribución porque él sistema sólo reconoce dos tipos de inversiones: extensión natural por crecimiento vegetativo de la demanda donde no cabe la electrificación anticipada de la industria, o nueva extensión de red, que transfiere todo el coste de reconversión y exige demanda firme, algo que muy pocas empresas pueden garantizar. El propio marco regulatorio frena la reconversión de industrias incluso si quieren llevarla a cabo.

Es algo tan sencillo de solucionar como dejar de mirar a las empresas industriales como enemigos. Las líneas de transporte sí pueden incluir inversiones anticipadas a través de la planificación, ya que las construye Red Eléctrica sin riesgo para el promotor. Se solucionaría solo con una visión más realista de la industria. Sin embargo, es preocupante porque el único factor relevante que incorpora el Plan es una reducción de demanda encubierta tras la idea de eficiencia. Es decir, parece que el gobierno busca la transición energética a través del decrecimiento y la desindustrialización, en vez de a través de la tecnología, competencia, atracción de inversión y crecimiento industrial.

Es sorprendente que un Gobierno que habla de industria y transición energética luego limite las inversiones en redes respecto PIB cuando en todo el mundo se recuerda que hay que duplicar las inversiones en redes. Esa política energética «visual» que solo atiende a la capacidad instalada nos aboca, además, al riesgo de que pase lo que ocurre en China, donde en ciertas regiones se pueden ver hileras de paneles solares sin conectar a la red. A pesar de un amplio nivel, incluso exceso de oferta renovable, las políticas siguen orientadas a mayores subastas y no a fortalecer las redes, destruyendo la rentabilidad de los proyectos renovables ya existentes en vez de avanzar en almacenamiento, conectar la industria y avanzar en la electrificación competitiva. Es un problema muy importante que se extiende por toda Europa y que nos deja atrás en desarrollo industrial.

Un grupo de activistas que no solo no entiende de energía, sino que rechaza consultar con la industria ha decidido que va a liderar la transición energética sin entender la gigantesca cantidad de cobre, litio y tierras raras que necesitarán minarse para llevarla a cabo. Con ello, hace el mayor regalo a China de la historia y además pasamos de depender del gas ruso a depender del mismo gas ruso –no olvidemos que España ha multiplicado sus importaciones– y le añadimos dependencia de minería y materias primas de China. Adicionalmente, al ignorar la importancia de un sistema de redes flexible y distribución moderna, se van retrasando proyectos que deberían hacerse en nuestros países y se exportan a otros donde no se sustituye el exceso de regulación con más exceso de regulación.

Ya comentamos la semana pasada los errores del Plan Draghi. Uno de ellos es que no reconoce este enorme escollo a la reindustrialización, que no es incompetencia sino diseño, porque viene de gente que quiere retroceder.

Es preocupante que se siga ignorando la demanda de la industria que quiere y puede invertir porque la política está en manos de personas que se creen que la reindustrialización y la transición energética se hacen cantando canciones de Lennon.

El riesgo de ver la transición energética de manera ideológica y dejarla en manos de activistas es enorme. Tenemos a una exministra que defendía el cierre de las nucleares en España y ahora defiende la nuclear al incorporarse a la Comisión. El daño ya casi es irreparable. O empezamos a cambiar, o fracasaremos de nuevo.

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