El físico que estudia cómo radiar el cáncer

El físico que estudia cómo radiar el cáncer

Alejandro Bertolet no sabía que en los hospitales trabajaban físicos hasta que a su madre le diagnosticaron cáncer de mama y tuvo que conocer, a la fuerza, cómo funciona el circuito sanitario para estos pacientes. Por aquel entonces, Alejandro estudiaba Física en la Universidad de Sevilla y, a raíz de esa experiencia, decidió sacarse el RFIR (radiofísico interno residente), un sistema de formación homólogo al MIR de medicina. Cuando terminó su residencia en el Hospital Virgen Macarena de Sevilla, se trasladó a EE. UU. para hacer una rotación en la Universidad de Pensilvania (Filadelfia) sobre prontoterapia. La prontoterapia es un tratamiento pionero para el cáncer mediante radioterapia externa y milimétricamente precisa, por lo que se protege al máximo el tejido sano, a diferencia de la radioterapia convencional.

En la Universidad de Pensilvania trabajó junto al físico médico español Alejandro Cárabe, quién le ofreció quedarse en su equipo para desarrollar dos proyectos. Aquella estancia «me sirvió para sacar muchas publicaciones sobre microdosimetría», la teoría que permite estimar la efectividad radiológica de diferentes haces de radiación, y «sacarme en menos de dos años el doctorado». Después de aquello, se marchó de post doctorado al Harvard Medical School con Harald Paganeti, uno de los principales impulsores de la prontoterapia. Su trabajo le valió el premio «Jack Fowler», que concede la prestigiosa Radiation Reserach Society.

Ahora, Bertolet está al frente del área de Medicina Nuclear del Massachusetts General Hospital para llevar al máximo nivel la terapia con radiofármacos, de la que es uno de los mayores conocedores. Como explica Bertolet, los radiofármacos «no son nuevos en medicina». Pero es necesario empezar por el principio. ¿De qué se trata? Son medicamentos que administran la radioterapia de forma directa y específica en las células cancerosas. Esto, aclara Bertolet, «ya se hace desde los años 40 con las pastillas de yodo radioactivo para tratar algunos cánceres de tiroides». A partir de esa idea, los investigadores se preguntaron si podrían fabricar moléculas radioactivas para otros tipos de cáncer. La idea era crear un radiofármaco con tres componentes: una molécula radioactiva, una molécula dirigida que reconoce la célula cancerígena y se une a ella, y un conector que junta las dos moléculas. Esos compuestos se podrían inyectar, inhalar o tomar.

La revolución, explica Bertolet, llegó cuando se aprobó el lutecio Lu 177-dotatate (Lutathera) por parte de la FDA en 2018 para tratar ciertos tumores neuroendocrinos. «A partir de eso hubo un boom y los laboratorios se lanzaron a formular radiofármacos y a probarlos para tratar gran variedad de cánceres», apunta el físico.

Cánceres difíciles

En la actualidad los radiofármacos están aprobados para ciertos tumores neuroendrocinos, para el cáncer de próstata metastásico, para algunos tumores raros como el feocromocitoma y paraganglioma. También para ciertos cánceres pediátricos como el neuroblastoma, algunos hematológicos (linfomas y leucemias) y para las metástasis óseas. No obstante, hay muchas investigaciones en marcha para usar radiofármacos en otro tipo de tumores.

El equipo de físicos que dirige Bertolet en el hospital de Massachusetts estudia, mediante simulaciones computacionales, la dosis de radiofármaco que se aplicaría a cada paciente. «Aportamos el diseño optimo del tratamiento y después analizamos cuánta radiación se ha llevado el paciente». Actualmente, explica Bertolet, los tratamientos están estandarizados, a todos los pacientes se le trata con una dosis fija de radiofármaco. «Nuestro objetivo es salirnos de ese paradigma y avanzar en un tratamiento personalizado» De hecho, insiste, «en muchas ocasiones los pacientes están infradosificados, se les podría subir la dosis y con ello la posibilidad de controlar el tumor».

En este sentido, aclara, «la seguridad es máxima porque la radiación es física y se controla muy bien». Este es el objetivo que se ha marcado como director de Dosimetría de Radiofármacos en el Massachusetts General Hospital, un puesto en el que se ha estrenado hace poco más de una semana. «Es un programa que hay que hacer de cero, los métodos no están desarrollados, ni los protocolos, el objetivo es que en unos años la dosimetría para cada paciente se haga de forma automatizada».

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