México lindo y querido

México lindo y querido

Dice la ranchera que «México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí». Y dice el chotis: «Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti». Ambas canciones evocan sentimientos muy profundos de pertenencia y ausencia. Por desgracia, el talibanismo populista de los actuales regidores mexicanos hará que algunos ciudadanos de ese país lindo y querido piensen en quienes se quedan en Madrid, y quienes se quedan en Madrid añoren la posibilidad de estar allí donde desearían, que es la toma de posesión de la nueva presidenta de un país hermano, como México.

El empeño de determinados dirigentes (de ambos lados del Atlántico) de encontrar motivos para la discordia nos ha llevado a tener problemas diplomáticos simultáneos con Argentina, Venezuela y México. Los dos últimos solo son achacables a la voluntad delirante de sus mandatarios. En un caso, el de Venezuela, por negarse a reconocer la que parece su evidente derrota en las urnas. Hasta la fecha, solo la oposición ha mostrado documentos que prueban su victoria y, por tanto, la capitulación del corrupto régimen chavista. Y, mientras Nicolás Maduro no presente documentos que desmientan a los anteriores, solo cabe reconocer a los ganadores.

En el caso de México, el delirio de sus gobernantes ha derivado en la vieja engañifa, ya muy desgastada, de crear problemas fuera, cuando se es incapaz de resolver los problemas de dentro. Que López Obrador, en sus seis años de presidencia, haya sido incapaz de frenar la oleada de crímenes diarios que sufre el país o de embridar a los cárteles de la droga, solo es responsabilidad suya. Y que, llegados a 2024, los pueblos originarios (así los llaman) vivan muy mayoritariamente en la pobreza, no es por culpa de Hernán Cortés, sino de AMLO.

Muy distinto es el caso de Argentina. Una sucesión de insultos cruzados ha derivado en que el presidente del Gobierno español retire a nuestra embajadora en Buenos Aires. Pero que se adopte esa decisión por un asunto personal, y no diplomático, es impropio de un país moderno y europeo, como el nuestro.

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