Para evitar una guerra nuclear

Para evitar una guerra nuclear

La «guerra fría» transcurrió desde 1945, con el final de la Segunda Guerra Mundial, hasta 1991 con la desaparición de la URSS. Fueron 46 años en los que se cree que «solo» el arma nuclear impidió que estallara una Tercera Guerra Mundial «caliente» por la DMA –Destrucción Mutua Asegurada– para las dos superpotencias, potenciales contendientes. Desde entonces, el orden geopolítico global ha sido unipolar, liderado por EE UU hasta febrero de 2022, cuando China y Rusia formalizaron un histórico Tratado en Pekín por el que ese orden unipolar lo daban por terminado, apostando por uno multipolar del que la inmediata invasión de Ucrania fue su primera consecuencia.

El segundo polo se ubica en Oriente Próximo, cuando Irán –con Hamás– desencadenó la guerra contra Israel el pasado 7 de octubre. Pretenden limitar la hegemonía de la cosmovisión de EE UU que ejerce por medio de sus alianzas con Ucrania e Israel respectivamente. Hoy la disuasión nuclear ya no se encuentra solo en manos de dos contendientes como antaño, sino que es accesible para diversos polos potenciales, multiplicándose el riesgo de guerras de consecuencias imprevisibles. No se observan esfuerzos por ambos bandos – China y Rusia y restantes polos por un lado, y EE UU, con la OTAN y AUKUS por el otro– por un final negociado sin haber conseguido sus objetivos respectivos –de acabar o consolidar–, su influencia en ambas zonas. Esta situación provoca un elevado riesgo que no va a finalizar con más armamento –convencional o sofisticado–, que está al alcance de ambos bandos como es sabido. Así resulta más que aconsejable dirigir la mirada hacia otros horizontes, sea por convicción o por mero interés, basado en la experiencia de la última contienda mundial y la guerra fría.

Una y otra no acabaron solamente por las bombas atómicas lanzadas –sobre Japón una, y por la DMA la otra–, que fueron las causas segundas de la causa eficiente ofrecida en Fátima en 1917. En efecto: en noviembre de 1942 se produjo un vuelco histórico en la Guerra Mundial que fue fruto exactamente de lo que Pío XII hizo en el Vaticano el 31 de octubre unos días antes. Por su parte, la guerra fría terminó sin lanzar bombas atómicas gracias a lo que hizo Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984, cuando Reagan y Breznev se acercaban a un punto de máxima tensión entre ambas superpotencias. Y desaparecieron el Muro de Berlín y la URSS sin violencia alguna. Rusia y la guerra remiten a Fátima. Y el 7 de octubre, fiesta del Rosario (hoy la Virgen de Fátima), y que conmemora la batalla de Lepanto, comenzó la otra guerra. Quien quiera entender que entienda.

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