Tita Cervera vuelve a dar la «espantá»: sus miedos a revelar ciertos detalles

Tita Cervera   vuelve a dar la «espantá»: sus miedos a revelar ciertos detalles

Carmen Cervera no acaba de encontrar acomodo en ninguna biografía, ninguna que alcance su dimensión legendaria. Esa personalidad vital y valiente, pero insatisfecha y con un punto de arrogancia, le acerca al Gauguin del «Mata Mua», la joya de la corona heredada por la baronesa. El pintor vivió en perpetua búsqueda de paraísos ideales en una huida que, en el caso de la baronesa Thyssen, podríamos llamar «espantá», como la de los toreros.

Su última plaza ha sido Netflix, la plataforma a la que confió una biografía contada por ella misma en forma de documental. De momento, la productora Komodo Studio la ha paralizado por las exigencias» de Tita y «diferencias insalvables». Podría haber tomado el testigo otra productora, centrándose en su labor como mecenas. ¿Hay en su huida un acto de impertinente vanidad, una búsqueda del óleo que refleje su soñado edén, aunque sea tan ficticio como el de «Mata Mua», o ¿acaso su pretensión es dejar su legado envuelto en misterio siguiendo la idea de que todo lo desconocido se supone maravilloso?

Nieves Herrero, más pragmática y conocedora de la situación, habla de «miedo al hablar de ciertos detalles personales». Sería la razón de sus sonoras «espantás», esas que, como diría Rafael «El Gallo», salen del corazón… y por falta de piernas. ¿Qué toro es ese tan bravo que no puede dominar? «Es una mujer con mucho coraje –adelanta la periodista–. Recordemos que “secuestró” al barón Thyssen tras sufrir un ictus. Sus hijos quisieron trasladarle a un hospital psiquiátrico y ella contrató un avión medicalizado que le trajo a España».

Este episodio que Nieves recoge en su libro «La baronesa» fue motivo de fricción, pero no único, con ella. «A finales de 2019 contactó conmigo y me pidió que escribiese un libro sobre su vida. Había leído mis novelas y le gustaban. Mi única condición fue narrar la realidad, con sus luces y sombras. Descubrí a una mujer de novela y la historia fue avanzando a partir de largas conversaciones a corazón abierto en su casa de La Moraleja durante tres años».

A punto de fijar la fecha de publicación, Tita cortó la comunicación de golpe y sin explicación. Posteriormente, contó que estaba en desacuerdo con algunas partes de la narración. Antes, durante una entrevista con Risto Mejido anunció que iba a ser la autora de su propia biografía. «Es el momento de contar mi vida desde el principio. Estoy muy contenta e ilusionada de que Netflix haya pensado en mí». Sus palabras echaron por tierra el trabajo de Nieves.

Finalmente, la periodista publicó una novela con hechos y personajes reales sobre el que considera «el personaje más fascinante de las últimas décadas». «Me sentí mal, no lo entendía, pero defendí mis derechos como periodista y sigo reivindicando el valor de mi novela para conocer su figura». La biografía de esta mujer acostumbrada a beberse la vida y que, puesta a soñar, su máxima aspiración habría sido ser pintada por el mismísimo Velázquez, despierta fascinación más allá de su valor como mecenas. Por eso, no hay autor ni productor que se preste a la blancura. Netflix proclamó que se desvelarían «muchas cuestiones que el público lleva años preguntándose». La principal, la pregunta que censuraron los abogados de su hijo en la entrevista con Risto: «¿El padre de las niñas es tu hijo, Borja Thyssen?»

Pero de Tita está todo dicho o insinuado: sus romances, su vida con Heinrich, su conversión a baronesa y coleccionista, sus disgustos con el hijo o la misma paternidad de las hijas, nacidas por gestación subrogada. ¿Qué falta por saber? «No está todo dicho. Tita me hizo muchas confidencias; otras las calló y, según lo ocurrido, creo que se las llevará con ella», matiza Nieves. «Arranca siempre con ganas, pero frena y da un paso atrás. La viuda de José Luis Balbín me dijo que hizo lo mismo con un documental para TVE dos días antes de sacarlo. También se truncaron unas memorias que escribió José Luis de Vilallonga».

Paco Umbral ya hablaba de las «espantás»: «El barón se levanta a las nueve y desayuna con whisky. A sus biógrafos los cita a esta hora en casa y a lo mejor luego les dice que se vayan. No le gusta lo que le escriben». Con Tita, cuando coincidían en alguna cena, hablaban de viejos tiempos, «pero saltándonos muchos charcos para no pisar donde no es debido».

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