En una situación similar a la que ya había transitado en el vestuario del Bayern Múnich, Lewandowski se empezaba a quedar solo en el Barcelona, rechazado por el grupo de los jóvenes por sus enganchadas con Lamine Yamal, distanciado de sus colegas extranjeros por su exagerado individualismo. Su peor enemigo, en cualquier caso, era Xavi Hernández. Un desencuentro que ninguno disimulaba. El delantero criticaba los métodos de trabajo del técnico y su staff, mientras que Xavi, cansado de sus desplantes, le pidió a Joan Laporta la cabeza del polaco en la reunión en la que pactaron su continuidad en la casa del presidente. Ese pacto, por suerte para Lewandowski, lo rompió Laporta. Su suerte, sin embargo, no terminó en el despido de Xavi: el Barcelona contrató a Hansi Flick para reemplazarlo. Con el entrenador alemán en el banquillo, ha resurgido un renovado Lewandowski, goleador como casi siempre, líder como casi nunca.
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