No puede ser: Israel está perdiendo la guerra del relato

No puede ser: Israel está perdiendo la guerra del relato

A nadie le gusta una guerra. El pacifismo falló, y sigue fallando, porque partía de una premisa equivocada: si no te ataco, te rendirás ante mi buen rollo de lirios y amapolas. Es difícil de entender que entre los poetas haya muy malas personas. Malísimas. Y entre los pacifistas anidan los mayores asesinos, antes o después del porro. Cuando me encuentro con un poeta digo que voy al baño y no vuelvo. Quedo fatal pero ahorro en benzodiazepinas. Te lo juro, mi amor. Retozar está muy bien, lo malo es que Hizbulá no nos dejaría martirizar con agua de limón, o de lavanda, o de cerezas, las sábanas, so pena de matarnos antes en una plaza pública llena de colillas que pasaron por los labios de hombres radicalizados para los que somos putas o maricones, un poco lo que decía el ayatolah Jorge Javier si Jorge Javier no hubiera estado nunca en un cuarto oscuro, que sí ha estado, según propia confesión. Uf. O sea, en la horca.

Esto no es una fotonovela turca para premenopáusicos, que viene a ser el grueso de Occidente, sino una guerra en la que los barbudos intentan afeitarnos el alma, vieja de tanto viajar por el tiempo en busca de libertad, democracia, en fin, esos conceptos que no tuvieron en cuenta Antonio Gala ni Juan Goytisolo, el morito Juan. La grifa y el yes very well. Tendría que resucitar El Fary para entenderlo.

Así que un año después de la barbarie del siete de octubre hay que dar ánimos a los judíos que intentaron defenderse. Para qué remover la caca de los detalles. Para qué rememorar lo que pasó tras aquellas imágenes de tortura real. En las guerras, como en la vida, hay que elegir bando. Y yo he elegido. Desde el principio. Lo malo es que Israel, el bando de los buenos, a los que deberíamos dar las gracias por levantar barreras ente el enemigo común, está perdiendo la batalla del relato. Hace cuentas sobre cuántos misiles le quedan, pero, como el resto de Occidente, no pone en valor la guerra cultural. Quien gane esta última tiene varios puntos ganados. Como no soy millonario, me pongo del lado judío, pero habrá magnates que lo hagan del otro lado porque sí manejan, al contrario que yo, una cuenta de resultados. Es la contradicción de Occidente. Tiene que estar a bien con su conciencia y con el dinero. Lo que no ha hecho bien Netanyahu, bueno, ese tipo ha hecho pocas cosas bien, pero lo que ha planificado rematadamente mal es explicar al mundo que matan para que no les maten. Pues, para el mundo progre, entre los judíos ni hay ni mujeres ni niños sino unos pocos hijos de su santa madre. ¿Es tan difícil de comprender?

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