Hace un año, los comandos de Hamás penetraron en territorio israelí y perpetraron un ataque terrorista en el que fueron asesinadas 1.200 personas —en su gran mayoría civiles— y secuestradas más de 200. El objetivo político de la espantosa acción era reventar una dinámica internacional que estaba dejando marginalizada y olvidada la cuestión palestina. Un año después, el conflicto está plenamente regionalizado, con un inmenso sufrimiento humano. Y sus consecuencias reverberan a escala global en los planos económicos, políticos y geopolíticos.
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