Sin cristianos no hay Líbano

Sin cristianos no hay Líbano

Quien visita por vez primera el Líbano queda asombrado por la magnificencia de Beirut, durante años considerado el París del Próximo Oriente y ciudad de aroma europeo pese a las guerras que sufre este pequeño país ( 6,8 millones de habitantes y menos extensión que Guadalajara) llamado Gran Líbano en tiempos de la colonización francesa. Independizado en 1943, «la Suiza de Oriente Medio» era el paraíso de los banqueros e inversionistas mundiales, con las segundas reservas de oro por persona mayores del mundo. Remanso de paz durante años, fue considerado modelo de convivencia entre religiones, que llegaron a un pacto según el cual los escaños parlamentarios debían repartirse proporcionalmente entre musulmanes y cristianos, debiendo ser el presidente de la República un cristiano maronita, el del Parlamento un musulmán chií y el primer ministro un musulmán suní.

Una guerra civil y las tres de Israel han acabado destrozando finalmente a este Estado que, para más inri, sufrió recientemente la misteriosa explosión de 2.750 kilos de nitrato de amonio en el puerto de Beirut, con decenas de muertos, centenares de heridos, edificios reducidos a escombros, dejando a cientos de miles de personas sin hogar. Una acumulación de desgracias que ha obligado al Líbano a declarar el primer impago de deuda de su historia.

Pero Líbano es aún hoy la nación con mayor porcentaje de cristianos del Oriente cercano. Tras la Segunda Guerra Mundial, la mayoría era cristiana, siendo la maronita (de San Marón) la iglesia más grande, nunca dividida en dos y de fuerte fidelidad al Papa. Sometida a grandes persecuciones, siempre ha logrado sobrevivir, aunque buena parte de sus fieles tuvieron que abandonar el país, de manera que hay hoy cristianos y parroquias maronitas repartidas por el todo mundo, sobre todo en Brasil, Argentina y Estados Unidos.

Al tiempo que se iban los cristianos, entraban cada vez más musulmanes, hasta el punto de que ya el 59 % de los libaneses son musulmanes y sólo el 33 % cristianos ( el 56 % en 1956). Llegaron palestinos, sirios, iraquíes, todos huyendo, unos de Israel, otros del Estado Islámico y otros de la guerra siria. El resultado es que los cristianos y sus familias son minoría y vuelven a estar perseguidos. Antes por los drusos, ahora por los extremistas islámicos, Hezbolá en el bando chií, y el Isis y Al Qaeda en el suní. De manera que de un Estado de mayoría cristiana hemos pasado a la república islámica que Hezbolá quiere crear en Líbano.

Tampoco les ha ido bien a los maronitas con Israel, al ser en realidad los principales damnificados de las invasiones del 78, el 82 y 2006. Igual ahora. Los cristianos solían ser mayoría al sur de Líbano, pero desde hace décadas se han ido marchando por las guerras. Hoy, en las aldeas cristianas hasta el 90% de la población ha abandonado sus domicilios, buscando refugio fuera. El obispo maronita de Tyr, importante provincia de comunidad cristiana, celebró hace días la misa en el pueblo de Rmeich, bajo la amenaza de las bombas. En Yaroun apenas queda nadie y su Iglesia melquita está dañada. Las congregaciones de Beirut acogen a miles de desplazados. Los cristianos vuelven a ser los perjudicados. Tanto por el islamismo como por las bombas. Y el Líbano sin cristianos no es el Líbano. Será otra cosa.

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