Soluciones de futuro

Soluciones de futuro

Son singulares concomitancias las que se dan entre el caso del rey emérito y el de Begoña Gómez. En ambos asuntos todo el mundo sabe lo que sucede, aunque no se pueda decir en alto. Toda la población conoce bien que la debilidad del rey emérito era que le gustaban mucho las señoras. Eso incluso jugaba a su favor porque le hacía ser, a ojos del ciudadano de a pie, uno más de los españoles con las mismas debilidades y sueños del contribuyente medio. Dado que lo resolvía con libertad, naturalidad y una inesperada audacia, eso le hacía resultar campechano incluso en aquellos momentos en que arriesgaba la reputación de la corona. Su hijo, por su parte, para que ese tipo de debilidades humanas no le esclavizaran, consideró primordial casarse enamorado.

En el caso de Begoña Gómez, también su marido afirma que se emparejó enamorado. Nos lo hace saber de una manera un tanto sobreactuada, lo cual al cabo siempre resulta un poco sospechoso. Pero aquí lo importante es el recurso al amor como fuerza que sirve de refugio frente a los peores tragos. Todo el mundo sabe también que Begoña ha metido la pata hasta el fondo y por eso su enamorado la llama pichona. Cuando estás en la posición de ella, sencillamente no puedes hacer esas cosas. La obsesión de Sánchez para que sus ejércitos insistan en que no hay responsabilidades penales es para tapar las responsabilidades éticas y morales que son incontestables y en este caso mucho peores.

Pero la última similitud y la más curiosa entre ambos casos es que a Sánchez le gustaría, en el fondo, que lo de su Begoña se resolviera del mismo modo que lo del rey emérito. Es decir, que cuando la verdad se vea sobre la mesa, bajo los focos, sea en el momento en que ya no pueda hacer daño.

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