La guerra amenaza con avivar las tensiones sectarias en Líbano

La guerra amenaza con avivar las tensiones sectarias en Líbano

Las consecuencias de la operación aérea y terrestre -con incursiones hasta ahora limitadas- que las fuerzas armadas de Israel acometen con el objetivo de destruir las capacidades militares de Hizbulá amenazan cada vez más con avivar las tensiones sociales en el Líbano, un país dividido oficialmente en dieciocho sectas religiosas y partido en tres tercios casi equivalentes -siempre según estimaciones, porque no se hace un censo oficial desde hace un siglo- entre cristianos, musulmanes chiitas y musulmanes sunitas.

Como consecuencia de los bombardeos israelíes, centenares de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares -sobre todo en las últimas tres semanas- en el sur y el este de un país de exactamente 10.452 kilómetros cuadrados, superficie equivalente a la de la comunidad de Murcia o Navarra. La población más afectada por la ofensiva bélica israelí es mayoritariamente chiita, pues es en localidades o comarcas enteras donde predomina esta confesión donde Hizbulá impone su ley, donde tiene más apoyo social y donde, en consecuencia, se encuentra el grueso de sus soldados y armas.

La falta de lugares seguros empuja a la población civil de estas áreas a buscar refugio hacia zonas del centro y norte del país, también del área metropolitana de Beirut, donde predomina la población cristiana, sunita o drusa. De la misma manera, las tres semanas de bombardeos sobre el Dahiyeh, el suburbio mayoritariamente chiita del sur de Beirut, han empujado a centenares de miles de personas -la población de esta zona donde hasta hace unos días tenían su feudo los mandos políticos y militares de la organización proiraní se estima entre 700.000 y un millón de personas- a evacuar sus casas en busca de lugares seguros.

Por ende, la llegada masiva de población a otras partes del país desde las zonas más azotadas viene provocando el miedo y el recelo de quienes en ellas habitan ante el temor de poder convertirse en blanco de los futuros bombardeos israelíes. Ha sido el caso de las zonas de mayoría cristianas próximas al Dahiyeh, como el barrio de Hadath. También el de las localidades de Kayfoun o de Qomatieh, municipios chiitas en una zona de mayoría drusa y cristiana de la provincia de Monte Líbano al sur de la capital que han acogido entre 4.000 y 5.000 personas procedentes del suburbio pro Hizbulá y donde las fuerzas israelíes han atacado violentamente en los últimos días. El Gobierno de Netanyahu ha dejado claro que no dejará escapar a ningún mando de la milicia como tampoco depósitos de armas o centros de inteligencia estén donde estén.

El drama humanitario no ha hecho más que empezar a manifestarse. Según la estimación hecha pública ayer por Naciones Unidas, una cuarta parte de la población libanesa -el equivalente a al menos 1,5 millones de personas- ha tenido que dejar su hogar en el último año. Las autoridades del país levantino arrojaban la semana pasada el dato de que más de 220.000 personas habían huido a Siria, donde las fuerzas israelíes también golpean a Hizbulá y milicias afines en las últimas jornadas.

Aunque hasta ahora hay zonas donde no ha habido ningún bombardeo de las FDI -coincidiendo con poblaciones homogéneamente cristianas o sunitas-, las dimensiones del país y su elevada densidad de población hace imposible que hoy por hoy haya ninguna demarcación ajena a la inseguridad y la inestabilidad. Según el Ministerio de Salud libanés, un total de 2.141 personas han fallecido y otras casi 10.100 han resultado heridas como consecuencia de los ataques israelíes contra Hizbulá desde octubre del año pasado en el sur y el este del Líbano, además de la capital. El presidente del Parlamento, el chiita y líder de Amal Nabih Berri, admitía ayer que “no hay tregua a la vista”.

A pesar de las tres semanas negras para la milicia proiraní, Hizbulá siguió este miércoles dirigiendo proyectiles contra el norte de Israel. Según las autoridades israelíes, los nuevos ataques con cohetes causaron ayer la muerte a dos personas, un hombre y una mujer de unos cuarenta años, en la localidad septentrional de Kiryat Shmona, y dejaron varios heridos en otros puntos del norte de Israel como Haifa. En medio de un ambiente de gran tensión en todo el país, al menos seis personas resultaban ayer heridas en un ataque con arma blanca llevado a cabo por un “terrorista”, según las autoridades israelíes, en la localidad de Hadera, en el norte del país. El agresor fue abatido.

Mientras tanto, la región sigue en vilo sobre cuándo y cómo responderán las Fuerzas de Defensa de Israel al lanzamiento masivo de misiles balísticos -hasta 180, según el cálculo de las autoridades israelíes- sobre los cielos principalmente de la ciudad de Tel Aviv el pasado 1 de octubre. Ayer, fuentes de seguridad citadas por medios israelíes difundían el supuesto mensaje transmitido por el comandante del CENTCOM, el general Kurilla, al Gobierno de Netanyahu en su visita a Israel: las instalaciones nucleares ni las petrolíferas de la República Islámica deben quedar al margen del ataque.

Desde Teherán se trataba de enviar mientras tanto un mensaje de diálogo, toda vez que el jefe de la diplomacia iraní, Abbas Araqchi, aseguraba tras un encuentro con su homólogo saudí Faisal bin Farhan que las relaciones con su gran rival regional “crecen y avanzan en la buena dirección”. “Esperamos que estas conversaciones con Arabia Saudí lleven a una mejora de las condiciones para los palestinos en la región y para que llegue la paz al Líbano”, aseguraba el ministro iraní de Exteriores.

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