«Un tumor no es un pulmón o una mama. Es una persona y el sistema sanitario se olvida»

«Un tumor no es un pulmón o una mama. Es una persona y el sistema sanitario se olvida»

A su hijo Luis le diagnosticaron leucemia con tan solo siete años. «Se marchó con nueve. Le gustaba ser conciliador. Era y es –resalta– la pera. Recuerdo que venía a casa y me decía que dos niños se habían enfadado y que se había puesto él en medio para que no se pelearan. Y le gustaba jugar al fútbol, claro… Tuve muy poco tiempo de jugar con él, eso sí», recuerda Andrés Olivares. Lo dice con tristeza, sí, pero también con mucho cariño, felicidad y paz interior. Y es lo que transmite con ese primer abrazo que da a todo aquel que se cruza en su camino. Es su marca de la casa, porque uno nunca sabe cuándo otra persona puede necesitar un abrazo.

En mayo de 2010 creó la Fundación Olivares. ¿Lo vivido con su hijo Luis le hizo ver la necesidad de crear esta fundación?

Cuando estás inmerso en el mundo empresarial y solo ves números resulta que tiene que aparecer una circunstancia en la vida que te abra los ojos. Fui tan idiota que tuvo que aparecer mi hijo para decirme que podía llegar alto pero que eso no era la vida. Con un cáncer, le diagnosticaron leucemia, me enseñó lo que es la vida caminando hasta su muerte. Y cuando se marchó, aquel día, decidí vivir.

[[QUOTE:PULL|||”El cáncer infantil es una realidad que la sociedad todavía tiene escondida»|||Andrés Olivares, presidente de la Fundación Olivares]]

¿Qué problemas se encontraron durante la enfermedad de su pequeño?

El cáncer infantil es una realidad que la sociedad todavía tiene escondida porque es muy duro. Y el sistema sanitario, al menos el andaluz, carecía entonces y todavía hoy de esa parte humana, y no digo que los doctores no sean humanos, sino que utilizan mecanismos de defensa para no involucrarse. Se desarrollan investigaciones para abordar diferentes dianas contra el cáncer, pero también hay que tener en cuenta que un cáncer no es un pulmón, un hígado o una mama. Es una persona con nombre y familia. Y el sistema sanitario carece de ese abordaje integral. El objetivo de nuestra fundación es acompañar de forma más holística todo este proceso, ayudando a las familias con fisioterapia, nutrición y ayudas sociales, pero también con ayuda espiritual, porque cuando se camina en muchos casos hacia la muerte tenemos mucho miedo. Cuando me encuentro con psicólogos hablando de la muerte de un ser querido veo que no explican que los hijos no son de nuestra propiedad y sin hacer un trabajo en ese campo no se puede avanzar. Por eso nosotros, cuando cabe la posibilidad de que un niño muera, empezamos a elaborar ese trabajo diario y lo primero que han de soltar sus seres queridos es su apego. Hay que aprender a sentir desde el corazón la marcha del hijo. Amar también es dejar marchar.

¿Qué les diría a otros padres que estén pasando por lo mismo que usted cuando su pequeño Luis fue diagnosticado de leucemia?

Que no pierdan ni un segundo de vida de sus hijos porque en la planta de Oncología uno sabe qué día entran pero no cuándo salen ni cómo, si irán a casa o al cielo, que es su verdadero hogar.

¿Qué le enseñó su hijo?

Me enseñó a vivir, me enseñó el sentido real de la vida porque hay infinidad de personas que están muertas en vida y a mí la muerte de mi hijo me cambió la vida pero puedo decirte que soy feliz.

El objetivo de la fundación es ayudar a niños con cáncer y otras patologías. ¿Por qué las une?

Y otras patologías crónicas complejas que son un millón de niños de los que nadie se hace cargo. Y el motivo es porque en la fundación tenemos una máxima que es no decir no a nadie. Lógicamente, si vienen padres con niños con síndrome de Down, por ejemplo, les derivamos a su asociación. Pero si no hay una asociación para su patología nos hacemos cargo a través de la unidad de apoyo a domicilio, etcétera.

¿Por qué pueden beneficiarse de sus ayudas chicos de hasta 21 años?

Porque siempre pensé que la edad pediátrica era hasta los 21 como en Estados Unidos.

Uno de los objetivos de la fundación es fomentar que la gente se haga donante de médula. ¿Su hijo tuvo problemas?

Mi hijo necesitó un donante que fui yo porque no encontramos otro. Recuerdo que la gente me preguntaba entonces, hace 17 años, si me habían cortado un trozo de espalda, por eso es uno de nuestros objetivos, porque la gente sigue sin saber qué es ni cómo es el proceso de donación de médula ósea.

¿En qué se diferencia su fundación de otras?

La diferencia es desde dónde hacemos las cosas. La esencia de mi hijo nos enseñó a dar un abrazo, mirar a los niños a los ojos, sonreír. Son matices que creo que marcan la diferencia.

¿Cómo se financian?

A través de las conferencias, charlas y talleres que doy a empresas y diferentes entidades sobre la importancia de aprender a vivir desde el sentir y no desde el pensar dentro de la iniciativa «Piloto de Emociones». Así, logramos conseguir medio millón de presupuesto anual que necesitamos para ayudar a las casi 800 familias con niños con cáncer y otras patologías crónicas complejas. Ellas no pagan nada.

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