Nadie sabe nada

Nadie sabe nada

Carmela vuelve a sentir que desde el poder le toman el pelo. En realidad, no puede quitarse nunca la sensación de ser víctima del incesante trile de una cierta política corrupta dominante: nada por aquí, nada por allá, me saco esto y te lo cambio por lo otro, y además te convenzo de que lo contrario de lo que antes era bueno es hoy lo mejor para ti. Y así todo. Pero es que lo de ahora, el aderezo de inaceptable ceguera que acompaña el juego de manos sobre el tapete, la insoportable levedad del argumento de que los que mandan no se enteran de lo que hacen los suyos ni por arriba ni por abajo, le saca de sus casillas. Si la semana empezaba con el «ni puta idea» expresivo y contundente de Felipe González sobre los irresponsables y carísimos amoríos del Rey Juan Carlos que vigilaban y controlaban los servicios de espionaje que dependen del Gobierno (lo cual casi imposibilita creer que González no estaba al tanto) terminamos el viaje con el «ya actuamos con contundencia» de un Bolaños que se defiende como puede del dificilísimo lugar en que deja al Gobierno el guion de casi 250 páginas que sobre hechos reales fruto de su investigación ha escrito la UCO sobre el caso Koldo. «Ya actuamos», repite el Gobierno. Y piensa Carmela que sin proponérselo explican la hasta ahora oculta razón para la inesperada caída de Ábalos. Bien. Pero, y si actuaron con esa firmeza ante algo tan grave como desconocido para la opinión pública y los tribunales ¿Por qué no lo hicieron público? ¿Por qué no lo denunciaron? Eso es ocultar, no responder. Y salir ahora recordando aquello no hace sino desnudar esa intención. Escondieron algo inaceptable. Y lo hubieran seguido haciendo de no existir el dichoso informe de la Guardia Civil, ese detallado relato de corruptelas que hace aún más insostenible la posición de un Pedro Sánchez que llegó al poder como freno a la corrupción. Sí, recuerda Carmela, tras una moción de censura que venció a un Rajoy acosado por la de su partido. El informe de la UCO no es la verdad judicial, sino una investigación que se aporta al juez, pero es el propio gobierno el que le ha concedido en los últimos tiempos categoría de verdad pública a los informes de esta Unidad de investigación, después de que en uno de ellos exonerara a Begoña Gómez de las acusaciones que pesaban sobre ella. Si el informe de la UCO lo dice, va a misa. Palabra de Dios. Ahora la cosa ha cambiado. Hay un giro de guion inesperado y mortal para Pedro Sánchez: la imagen de los protagonistas de sonados casos que en los últimos tiempos han incomodado al Gobierno, unidos en la misma barca que surca las aguas residuales. Los Koldo, Delcy Rodríguez y ahora también Begoña, conducidos hacia el abismo infernal por un inesperado Caronte de nombre Aldama, y capitaneados por el entonces todopoderoso Ábalos. Aldama, tocinón de todas las ollas, como diría la tía asturiana de Carmela. Ollas podridas, que sabido es que son la madre de todos los cocidos. En éste se teje una red organizada por el tal Aldama, el gran conseguidor, el intermediario que manejaba los dineros privados de la Rodríguez de la dictadura venezolana y mediaba entre aerolíneas en crisis y el Gobierno, el hilo que conecta Koldo, Begoña, Delcy Rodríguez, el hombre de los favores y las influencias, que a lo que se ve alcanzan las más altas habitaciones del Gobierno. Todos contentos y beneficiados: casas y apartamentos en plan nido de amor para el jefe, inversión en lingotes de oro para su poderosa clienta venezolana de quien se pueden obtener beneficios para empresas españolas y un rescate de aerolínea en dificultades que, curiosamente, se decide el mismo día en que el jefe de la compañía y la esposa del presidente se reúnen en privado.

Las conversaciones, en tono y fondo, revelan la chulería de quien se siente poderoso e intocable. Y dejan indicios claros de que la corrupción actuaba en y desde dentro del Gobierno. Con un agente ejecutor y beneficiario principal, según la UCO, el entonces todopoderoso Ábalos. El hombre fuerte del Gobierno y el hombre fuerte del partido socialista.

Observa Carmela cómo la estrategia del Gobierno es eximir de cualquier responsabilidad al presidente, aun reconociendo que sabía hace tiempo los manejos corruptos y por eso se cargó a Ábalos. Por saber, sabía también lo de Delcy y dejó hacer.

Carmela duda mucho que González no estuviera al tanto de lo del Rey en los 90 ni de que Sánchez desconociera los manejos de su Ábalos y la mediación del conseguidor Aldama. Cree, además, que esto pone al actual gobierno socialista en una posición realmente comprometida, ante un callejón, donde ya llevan tiempo maullando los gatos rabiosos del independentismo y su estrategia de parálisis de la legislatura, y del que la única salida posible es un adelanto electoral.

Eso cree que va a pasar, y por ahí van los tiros del congreso socialista de noviembre. Pero mientras, siguen queriendo colar el relato de sus mentiras en la certeza de que, como siempre, el personal no se entera o es bobo.

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