Doña Sofía: el triunfo del ave fénix a punto de cumplir 86 años

Doña Sofía: el triunfo del ave fénix a punto de cumplir 86 años

A Doña Sofía la hemos visto abatida en los funerales por las víctimas de tragedias; conmovida por la pérdida de familiares; cariñosa con sus nietos; enternecida con los animales; llorando durante el homenaje de su amigo Emilio Lora-Tamayo… Sensible, pero nunca frágil. Solemne, pero afectuosa. Y siempre firme, constante, sólida como la institución que representa.

Hay imágenes que la catapultan y dan idea de su estatura como Reina. Las últimas, esta última semana. Asistió a un acto militar en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz, presidió los Premios Sociales de Fundación Mapfre y fue invitada de excepción en los Premios Reina Sofía de Composición Musical. Una agenda casi de infarto para cualquier mujer a punto de cumplir 86 años.

Hay en ella una actitud que la iguala a su admirado músico Rostropóvich cuando aquel 11 de noviembre de 1989, inmediatamente después de la caída del muro de Berlín, tomó prestada una silla y tocó en solitario varias piezas de Bach a los pies del símbolo que durante décadas partió el mundo en dos bloques.

El músico sabía lo que era perder la ciudadanía de su país natal, pero se impuso a los enfrentamientos coyunturales. También Doña Sofía fue acunada en un palacio del que tuvo que exiliarse. Ese carácter estoico, tan poco dado al sufrimiento estéril, habitó siempre en ella, como habita en cualquier otro ser humano que hace de su calamitoso pasado un modo de atesorar sabiduría.

Nació Alteza Real y creció sabiendo lo que era el deber. Criada entre palacios y exilios, está en su condición regia la costumbre de no dejar que las heridas sangren. Es la mayor de sus hermanos Irene y Constantino, el último rey de los helenos. De los 12 a los 15 años, estudió en un internado ubicado en un imponente castillo de Salem (Alemania) donde terminó de entender el valor del compromiso y aprendió a nadar en aguas turbulentas con un aplomo que todavía desconcierta.

Su entereza como Reina está en sus cimientos más profundos. «Nunca quejarse, nunca dar explicaciones». Este lema que rigió el reinado de Isabel II de Inglaterra lo lleva grabado a fuego en su memoria. Cualquier duelo, como ya dijimos en estas páginas, ya lo lloró hace mucho.

Ahora que todos los ojos están puestos en ella, resulta absurdo apelar a la pena, a la compasión o a cualquier otro sentimiento que responda a nuestra naturaleza impertinente. El destino la colocó ahí y no olvida ese mandamiento. Ser Reina es un trabajo en solitario, pero ella encuentra hermosa su ocupación de trabajar por España. En su gesto se adivina que no piensa más que en cómo puede ser tan generosa la vida que le permite esta sublime oportunidad.

Please follow and like us:
Pin Share