Tribulaciones de un ministro

Tribulaciones de un ministro

José Ortega y Gasset (1883-1955) defendía que «la cultura consiste en la resolución de contradicciones». Blaise Pascal (1623-1662), matemático, físico, filósofo y adelantado de las calculadoras mecánicas, explicaba que «ni la contradicción es indicio de falsedad, ni la falta de contradicción es indicio de verdad». Carlos Cuerpo, ministro de Economía, sucesor de Nadia Calviño, tiene uno de los trabajos más complicados y también más ingratos del Gobierno en estos y en los próximos meses. Obligado a cabalgar entre contradicciones, vive desde hace semanas en una permanente tribulación, mitigada por el hecho de que todavía no es un miembro muy conocido del equipo gubernamental y pasa más inadvertido que su predecesora o que sus colegas del Consejo de Ministros, las «vices», María Jesús Montero y Yolanda Díaz.

El ministro Cuerpo ha tenido que dar la cara, porque es algo que en teoría depende de él, en el nombramiento de José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España. No solo no era su candidato, sino que sus relaciones –repetido por la gran mayoría de quienes los conocen– no son idílicas. Ahora, de rebote, acaba de darle una coartada al propio Escrivá para enarbolar la bandera de su independencia –cuestionada desde su nombramiento– frente al Gobierno.

Cuerpo, sin duda por petición de Pedro Sánchez, ha intentado remover –lograr la dimisión voluntaria– de una consejera del Banco de España, Judith Arnal, para tener un puesto libre y nombrar a otra persona. Es menos conocido, pero Cuerpo y Arnal son bastante amigos y ambos técnicos comerciales del Estado de promociones cercanas. Quizá por esa confianza el ministro se atrevió a pedirle la dimisión a su amiga, que se negó y además se lo contó a Escrivá.

El gobernador del Banco de España, que se encontró con un centro regalado que solo debía rematar, se apresuró a filtrar el asunto y así afirmar su independencia ante el Gobierno. Sánchez todavía no se ha arrepentido de ese nombramiento, pero puede hacerlo pronto y lamentar el no haber logrado –por las razones que sean, que no están claras– que su amigo Ángel Ubide fuera el gobernador. Hay versiones contradictorias. Hay quienes aseguran que Ubide, director general y jefe de estudios económicos de Renta Fija y Macroeconomía del fondo Citadel, perdía mucho dinero con el cambio. Amigos suyos descartan esa hipótesis y, además, argumentan que está harto de vivir en Estados Unidos y desea volver a España.

El ministro Cuerpo, claro, no ha tenido más remedio que hacer un quiebro al conocerse que había pedido la dimisión de Arnal, pero no ha intentado desmentir nada y sus explicaciones no van más allá del manual «No voy a entrar a comentar –dijo–, ni mucho menos a especular sobre el contenido de ninguna reunión», para añadir a continuación que eso demuestra «la apuesta del Gobierno por la independencia del Banco de España». No quiere especulaciones, pero, sin embargo, se acumulan para averiguar a quién necesita colocar el inquilino de la Moncloa en el consejo de la autoridad monetaria española.

Carlos Cuerpo, mientras tanto, ha tenido que lidiar con «el marrón» de acudir al Ecofin –el consejo de ministros de Economía de los países de la Unión Europea– y explicar que España no presentará, como debería, el 15 de octubre el plan económico plurianual que reclama la Comisión Europea que preside Ursula von der Leyen, que siempre ha sido flexible con Sánchez. Sin embargo, la paciencia europea con el presidente español puede empezar a terminarse.

Paolo Gentiloni, todavía comisario europeo de Economía, le dijo a Cuerpo en esa misma reunión del Ecofin que «la flexibilidad de la Unión Europea tiene límites». El problema del ministro de Economía, pero sobre todo del líder del PSOE, es que siguen pendientes los Presupuestos Generales del Estado que, por ahora, «ni están, ni se les espera», remedo de la histórica frase de Sabino Fernández Campo.

Los terminales “sanchistas”, en las últimas semanas, insistían en que los Presupuestos, en realidad, «no son tan importantes». Incluso el “exprotoasesor” presidencial Iván Redondo se apuntó a esa tesis. Sin embargo, en la Moncloa han llegado a la conclusión de que los Presupuestos tienen una fuerza simbólica muy grande y, aunque puedan seguir en el Gobierno sin ellos, quieren aprobarlos.

Sánchez está dispuesto a ceder lo que tenga que ceder, a Bildu y Otegi y a quien sea, pero sabe que hasta que los “indepes” de ERC no celebren su congreso y se sepa quién manda, Puigdemont y Junts no los apoyarán y sin sus diputados no son posibles. Al final, hay que vivir con tribulaciones y resolver contradicciones, como decía Ortega.

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