Cuando el coste de ser madre tarde no es solo económico

Cuando el coste de ser madre tarde no es solo económico

Cecilia H. Cruceta decidió que quería ser madre tras conocer a su pareja y sacar su plaza como profesora en un instituto. Tenía 39 años, y aunque nunca lo había deseado de manera clara, en ese momento se lo planteó como un “ahora o nunca”. Él aceptó, y el camino fue relativamente sencillo: lo afrontaron sin obsesionarse, y aunque alguna vez pensó en la posibilidad de no poder lograrlo, se quedó embarazada a los 40, tras unos meses de intentos. En la actualidad, no encontrar una pareja adecuada con la que tener hijos —en el caso de mujeres heterosexuales— es uno de los motivos por los que se retrasa la maternidad. Así lo señala Bruna Álvarez, antropóloga de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigadora del Grupo AFIN. En la realización de un trabajo de campo reciente con mujeres que recurren a la inseminación artificial para ser madres solas, la experta ha encontrado que algunos de los argumentos que daban para haberlo ido posponiendo son la desigualdad de género, la falta de corresponsabilidad y la gestión de los tiempos que veían a su alrededor, entre sus propias amigas o respecto a sus propias parejas.

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Cada vez más madres por ovodonación

Sobre la ovodonación investiga desde hace años Anna Molas, doctora en antropología social y también miembro del Grupo AFIN-UAB. Molas destaca que España tiene el número más alto de Europa de mujeres que son madres a partir de los 40 años, doblando la media europea. Esto supone que conseguir un embarazo en muchos casos solo va a ser posible con óvulos de una mujer más joven, es decir, a partir de un tratamiento de fecundación in vitro con óvulos donados.

“Si miramos las cifras oficiales, vemos que la gran mayoría de los tratamientos de ovodonación van hacia personas a partir de 40 años. Estos tratamientos son de los más rentables para las clínicas de fertilidad, por lo que se puede decir que esta industria se nutre principalmente del retraso generalizado de la maternidad”.

Acabar en circuitos de reproducción asistida, y especialmente con óvulos donados, es, como explica Molas, muy duro para muchas mujeres y parejas receptoras. “Además de la implicación física y emocional que trae consigo cualquier tratamiento de reproducción asistida, en el caso de la ovodonación existe mucha incertidumbre”, señala. Y esta sucede porque la donación de gametos en España (a diferencia de la mayoría de los países europeos) es anónima. Esto no solo significa que las receptoras e hijos no podrán conocer a las donantes, sino que el anonimato genera un clima de mucha desinformación sobre el funcionamiento de las clínicas, que a menudo no revelan las condiciones en las que se han hecho estas donaciones o si habrá otras personas que también van a poder usar esos gametos.

Si bien las donantes de óvulos reciben una compensación económica de alrededor de 1.300 euros, los costes para la receptora son muy elevados, con precios que rondan los 20.000 euros, pero que a menudo pueden acabar siendo superiores. Esto, recuerda Molas, hace que el acceso no sea posible para todo el mundo: “Algunas personas tendrán que pedir préstamos y para otras directamente no va a ser pensable”.

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