Ir a destiempo

Ir a destiempo

La especie humana de estos confines nuestros presume de no tener tiempo. Somos tan pobres criaturas que hemos dado un alto valor social a aquellos que andan siempre liados, que no contestan a los mensajes, que llegan los últimos y se van los primeros, que desaparecen sin despedirse. Que actúan a destiempo. Es tanta la absurdez de esta máxima, espejo distorsionado del éxito social, que algunos hacen tiempo para contestar o decir que sí, como si contestar rápidamente les quitara categoría. Otros muchos directamente no contestan. Y ya no son solo los que ostentan poderes efímeros de cualquier tipo, más dura será la caída, tampoco los otros, aquellos a los que seguramente no interesa en absoluto tu misiva. Pero, gente de Dios, dónde dejamos la educación. Comprendo que en algunos casos la petición del mensaje está tan fuera de lugar que sea preferible dar la callada por respuesta, pero cuando te escribe un amigo o un conocido o un compañero de profesión, o simplemente alguien sensato, solicitándote cualquier cosa, hay que responder; hay que comprender que “hoy por ti, mañana por mí”, aunque solo sea tu propia satisfacción ética la que te devuelva la gratitud. Se ha puesto de moda la ingratitud, el no dejar pasar, el no hacer favores que no sean boomerang, el no reconocer lo que hacen por nosotros y no dar las gracias con la boca grande y fascinada. Se ha puesto de moda el estar ocupado, o hacerse el ocupado, que ya es el colmo de la idiotez. Y mientras fardamos de no tener tiempo, dejamos de gozar lo más importante que hay en la vida: el propio tiempo. Ese que nos permite hacer las pequeñas cosas agradables como tomar un cafetito despacio con una amiga, hacer un postre, pasear entre árboles, jugar con los niños y los perros, reflexionar sobre las cosas, ayudar al que lo necesita… Porque si el tiempo ya corre desaforado, no podemos nosotros empujarle más. La vida es tiempo, no tenerlo es el verdadero fracaso.

Please follow and like us:
Pin Share