Más de 400 víctimas se verán perjudicadas por la ley que beneficia a sanguinarios etarras

Más de 400 víctimas se verán perjudicadas por la ley que beneficia a sanguinarios etarras

Arancha Soriano, doctora en psicología, lleva trabajando 8 años en la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Desde que el pasado lunes se conociera la noticia de que el Gobierno había “colado” e incluso con el desconcierto de la oposición una ley que permitirá rebajar las condenas de sanguinarios etarras, el teléfono de la AVT no dejó de sonar.

Y es que la ley de la que se beneficiarán etarras como “Txapote”, “Fiti” o “Kantauri” y que permite restarles las condenas cumplidas en Francia a la condena de España va a perjudicar a más de 400 víctimas.

La psicóloga de la AVT asegura que se ha encontrado con dos reacciones diferentes: por un lado, la de las víctimas y por otro las de la sociedad en general.

En las víctimas directas predomina una emoción: la desesperanza. “Se sienten frustradas, enfadadas, que en el fondo se minimiza su sufrimiento y que, una vez más no se hace justicia”. También, asegura Soriano, “hay un sentimiento generalizado de desamparo al percibir que sus necesidades y que su propia experiencia vivida no es tenida en cuenta en la propia legislación”. “Se sienten, en el fondo, traicionadas” ya que “creen que, el sistema legal no les está protegiendo adecuadamente o que no están atendiendo sus necesidades”.

Arancha Soriano asegura que también lo que está ocurriendo es “un ejemplo de la victimización secundaria, de esa victimización que sufren, más allá del daño directo que les provocó un atentado”, un daño que sufren con los trámites administrativos o con los aspectos legales. “Esto les hace sentirse nuevamente víctimas”.

¿Y qué es lo peor? “La pérdida de confianza y de seguridad ante las instituciones. Ya no confían en que puedan sentirse de alguna forma apoyadas o respaldadas”

La psicóloga de la AVT suele llamar de manera periódica a determinadas víctimas. Más de cien requieren de una atención continuada y a otras se les llama cada vez que hay un acercamiento o liberación de un etarra con el fin de que no se enteren a través de los medios de comunicación. Pero, advierte, no es una llamada de un minuto, sino que requiere tiempo. Incluso, asegura que “algunas me han pedido que para esas noticias en concreto ya no les llame más; otras se lo esperan porque hemos tenido que llamar a las mismas muchas veces”.

Soriano dice que hay una pregunta que le hacen las víctimas y que le ha llamado la atención y es que se hacen las mismas preguntas que se hacían justo después de que ocurriera el atentado que les arrancó de sus vidas a sus familiares o que sufrieron ellas mismas. Vuelven las preguntas sin respuesta: “¿Por qué a mí?, ¿ha merecido la pena?, ¿sirve para algo todo esto? Una vez más vuelve la incomprensión y en el día a día vuelven a estar más inquietos. “Una víctima me decía que muchas veces se les pide que pasen página, que sigan adelante, que hace mucho tiempo que ha pasado. Pero las víctimas no quieren pasar página, quieren que no se olvide lo que sucedió” por lo que todo esto lo que hace es avivar el dolor y revivir la parte más dura de lo que han sufrido.

Además, la investigación a nivel psicológico ha demostrado que las víctimas del terrorismo pueden presentar sintomatología incluso veintitantos años después de haber sufrido un atentado. “Este tipo de situaciones reactivan esa sintomatología inicialmente presente”, advierte.

Lo que no ha percibido, por ahora, es el miedo real a los sanguinarios terroristas que más pronto que tarde estarán en libertad. Es más una mezcla de “rabia, frustración. Alguna me ha dado la sensación de que se han hecho más pequeñitas”. Y es que los terroristas salen a la calle y consiguen esa libertad que en las víctimas parece que se esconde. “Vuelven a estar un poco en boca de todos, se sienten más juzgadas”.

También muchas de ellas han optado por el silencio. “Piensan que para qué van a hablar ahora si no hablaron antes”. “Nosotros colaboramos mucho dando charlas de concienciación sobre los atentados y me decía una persona: ahora, ¿con qué cara le pides a una víctima que cuente su testimonio? Te va a decir que para qué si luego se sienten desamparadas por esa parte más institucional que crees que va a velar por ellas y que hará justicia”.

A Arancha le han emocionado alguna de las llamadas de personas que no han sido víctimas frente a aquella época en la que muchos tenían que enterrar a sus familiares a escondidas, o no podían decir sus profesiones, o no sabían con quién hablar. “Entonces las víctimas no sentían ese calor y apoyo de la sociedad”.

Y es que, “en psicología, está demostrado que el apoyo social es un factor protector a la hora de desarrollar trastornos psicopatológicos. Entonces cada vez que llaman les digo que eso que están haciendo, llamar, apoyar, difundir; ese sentimiento de empatía hacia la víctima es lo mejor que pueden hacer, porque las víctimas lo que necesitan es ver ese apoyo de la sociedad”. Y no se queda ahí, porque las víctimas reciben esos mensajes, el de que no están solas y que son muchos más los que están, esta vez, a su lado.

Todas ellas tienen un malestar generalizado: “El de que se pierda la memoria”.

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