¿En qué momento se deja de ‘oler a adolescente’? El ‘nirvana de las hormonas’ tiene un final

¿En qué momento se deja de ‘oler a adolescente’? El ‘nirvana de las hormonas’ tiene un final

Hay muchas personas que clasifican las etapas vitales del ser humano en función de las variables de tiempo, dinero y energía. Supuestamente, según se dice, es muy difícil conseguir aunar las tres al mismo tiempo, y este debería ser uno de los objetivos para buscar la felicidad. De esta forma, tenemos que:

De joven, se tiene mucha energía y tiempo libre, pero nada de dinero. Muchos planes baratos y sin complicaciones, siempre con el presupuesto ajustado.De adulto, por fin se consigue el dinero y, aunque se conserva mucha energía, se sacrifica el tiempo disponible. ‘Trabajar para vivir o vivir para trabajar’, como suele plantear el coloquial dilema.De viejo, cuando uno ya ha trabajado y consigue jubilarse, le quedan el dinero y el tiempo, pero ya no tanta energía para aprovecharlos al máximo como cuando era niño.

Entre cada una de estas categorías, quedan los lapsos de transición de una a otra, como la adolescencia. Las etapas de cambio siempre traen inestabilidad, y el adolescente tiene que hacer frente a la pérdida de privilegios que le daba su inocencia, que ahora se transforma en responsabilidades, aunque también en mayor independencia. Como vemos, los humanos nunca pueden ‘tenerlo todo’, sino que la balanza se mantiene en equilibrio, solo cambian los pesos y contrapesos.

Cambios corporales

Sin embargo, donde más se notas las transformaciones es en nuestros cuerpos, que la mayoría de religiones y tradiciones culturales consideran como un ‘templo’. Si la cara es el espejo del alma, como se suele decir, ‘el cuerpo es el espejo de la evolución’. Cada avance hace la siguiente etapa deja su marca de una u otra manera en el organismo, y en el momento de mayor turbulencia que es la adolescencia, esa metamorfosis se nota, y mucho.

Entre el niño y el adulto existe un período de conversión alborotada y completa descompensación de las proporciones. Las libélulas llevan a cabo su metamorfosis dentro de su propio exoesqueleto de ninfa (estadio joven), donde todo cambio se produce en el interior, y no se ve hasta que un día la majestuosa libélula adulta sale de su cascarón (exuvia) y echa a volar.

En los seres humanos sucede al contrario: que todo está a la vista y nada sucede de golpe. Uno va creciendo por partes y violentamente, con una pierna más larga que la otra, la piel llena de acné, tres tallas de zapatos cada año… Hasta que en algún se alcanza el punto final de ‘cocción’, se llega a la llanura de adulto pleno y no se vuelve casi a sufrir alteraciones hasta que se acerca la vejez.

Uno puede notar los cambios que va sufriendo el adolescente con los cinco sentidos: la voz se hace más grave, salta a la vista el cambio físico y hasta el olor pasa a ser algo diferente. También es la etapa más delicada y frágil emocionalmente, donde las personas construyen mayormente su identidad. A muchos jóvenes les afecta su apariencia o la ‘fragancia’ que pasan a desprender, con las que no se sienten a gusto porque están en plena ebullición.

¿En qué momento se deja de ‘oler a adolescente’?

El grupo Nirvana romantizó mucho este “olor a espíritu adolescente” (‘Smells like teen spirit’) porque hacían una bonita metáfora con el ánimo de rebeldía que sienten todos los jóvenes. El culpable de alentar a las masas de jóvenes hacia la insurrección o la ruptura con los establecido (al menos en apariencia, aunque se suela quedar en mero formalismo) no son las ideas ni los agitadores, sino el mismo de siempre: las hormonas.

No por nada se hace burla del posestructuralismo que tanto se ve hoy en día en los activistas universitarios calificándolo como un ‘complejo de Peter Pan’, de eterna adolescencia. ‘La revolución permanente’ no ha sido tal porque todas las generaciones supuestamente han querido romper con todo y, sin embargo, ahí sigue en pie.

Es lo que tienen los cambios hormonales tan fuertes que se dan en la adolescencia, que trastocan por completo al individuo, mental y físicamente. En el organismo, provocan que la producción de las glándulas tanto sebáceas (grasa) como sudoríparas (sudor) se dispare. El olor corporal cambia a lo largo de la vida, pero este es uno de los mayores contrastes.

Basta pasear por un patio de colegio, un aula de instituto, una oficina de trabajo y una residencia de ancianos para comprobar cómo, aun sin haber visto en qué lugar nos encontrábamos, posiblemente acertaríamos tan solo guiándonos por el olfato. Y es que el ‘olor a adolescente’ (en cuerpo, no en espíritu) es bastante fuerte, y a muchos de ellos les crea complejos.

Cuando el sudor entra el contacto con la piel, reacciona con las bacterias presentes en la superficie cutánea y desprenden malos olores, que en algunas ocasiones pueden resultar bastante penetrantes. No es una cuestión de higiene, sino de química. Por supuesto que la falta de aseo influye mucho, pero también se debe entender que los cambios hormonales traen consigo un fuerte aroma corporal.

La OMS (Organización Mundial de la Salud) establece que la adolescencia comprende una período de tiempo que va desde los 10 a los 19 años de vida, aunque esta estimación puede variar mucho. Hasta los 24 o 25 años incluso, se pueden seguir dando cambios en el organismo, si bien no de manera tan exagerada como en la adolescencia.

También depende de la persona, ya que cada una lleva un proceso de crecimiento distinto. Normalmente, se pierde este ‘olor a adolescente’ poco después de cumplir entre 19 y 21 años, aunque puede durar más tiempo. A partir de los 30 años y cuanto más mayor se hace uno, se dejan de producir tantos antioxidantes en la piel, lo que favorece la aparición de una sustancia que cuando se oxida se dice que provoca el llamado ‘olor a viejo’.

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Algunas formas de aliviar un poco el mal olor que se da en la adolescencia pueden ser:

Mantener una buena higiene corporal. No es necesario ducharse varias veces en un mismo día, pero sí es conveniente pasarse unas toallitas húmedas cada cierto tiempo.Restringir los alimentos ricos en azúcares y grasas, para no favorecer la actividad de las glándulas sebáceas.Depilarse las axilas y otras zonas con mucho vello corporal.Utilizar desodorante todos los días y cambiarse de ropa varias veces al día si es necesario.

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