A un novillero como Chicharro no se le puede robar, presidente

A un novillero como Chicharro no se le puede robar, presidente

La feria está repleta de gente, que es el triunfo infinito, y sedienta de verdad, de algo que llevarse a la boca, al corazón, al alma. Necesitada de un pellizco que diga, esto sí, esto ahora y por los siglos de los siglos. Una tarde de esas de seguir celebrando después, aunque mañana no sea festivo y la obligación obligue, que la alegría salte las normas y la norma estruje al corazón hasta devorarlo. Hasta ahora vamos tirando con las migajas. Con un poquito de aquí y de allá. Nada más. Y un muchito de gente en los tendidos, es decir, que el San Isidro verdadero lo está haciendo la empresa. Eso está claro. Un pelotazo de gente cada tarde, como si pasaran lista. Qué barbaridad. Y con los precios de ahora, que no son los de antes, sino que te meten la mano en el bolsillo, pero la afición, manda. Poderosa cada tarde, a pesar de que los triunfos no sean el atractivo para volver a volver. Es por eso que la novillada también tuvo generosa entrada en tarde calurosa de este final del mes de mayo. Y precisamente fue en la anterior novillada la única vez que se abrió la Puerta Grande. Jarocho, en el último, cuando la tarde se nos echaba encima, como tantas, con el fogonazo inquebrantable de unos naturales descomunales.

Es por eso que, de pronto, ya en el tercero, Alejandro Chicharro volvió a poner las cosas en su sitio, a pesar de que el presidente le quitara el trofeo que el público le había pedido. Si hay que robar que no sea a un novillero, por Dios. Chicharro había salido por la Puerta Grande ya en la feria de la Comunidad cuando comenzaba la temporada en esta plaza nuestra.

Juan Carlos Rey se desmonteró con ese tercero, que salió con la cara arriba montado y así se mantuvo toda la faena. No le importó a Alejandro Chicharro. Y no fue casualidad lo que ocurrió después. Con el pecho y los vuelos en el embroque Alejandro, seguridad y aplomo. Otro mundo. Embarcaba el toro y lo obligaba a viajar. Lo empujaba. Por encima del novillo. No a merced. Valeroso en la parada del de Guadaira con los pitones en la barriga, ralentizado al natural, los pases de pecho a la hombrera y medido de tiempo. Excelso Chicharro. Y torero hasta en la clamorosa vuelta al ruedo, por la raya, sin abrazos ni ademanes de más. Estas cosas ya no se ven, pero se valoran.

El sexto quiso la mitad que Chicharro. Se vio claro. El de Guadaira se quería quedar a mitad de camino, Alejandro lo obligaba a viajar, en la quietud y con la panza de la muleta, como ocurren las cosas buenas y de verdad. Buscando la colocación, gozándolo, disfrutando del placer de sentirse torero y poder serlo. Para perderse y para no perderlo de vista.

El primer Guadaira tuvo buen aire, noblón en las muchas arrancadas que dio en la muleta de Lalo de María. Anduvo el novillero confiado e intentando hacer las cosas bien, aunque le faltó compactar la labor. El cuarto fue sobrero, y soso, y así la faena del novillero.

El segundo fue sobrero de Torrehandilla. El novillo con el que hacía su presentación Cirugeda. Tuvo movilidad descontrolada el animal con ese amago de lo que finalmente hizo: rajarse. La faena, llena de voluntad, resultó muy tropezada, a pesar de que quiso siempre pero sin acabar de encontrar la estructura.

A portagayola en el quinto, con el que se desmonteraron Adalid y Goria. Se paró el toro y su toreo. Había sido todo, antes y después.

Ficha del festejo

Las Ventas (San Isidro). 16ª de San Isidro. Se lidiaron novillos de Guadaira y 5º, Torrehandilla. El 1º, noblón; 2º, sobrero de Torrehandilla, movilidad sin control y rajado; 3º, altón, pero con movilidad y repetición; 4º, sobrero de Torrehandilla; soso; 5º, parado; 6º, de media arrancada. Dos tercios.

Lalo de María, de azul pavo y oro, estocada contraria (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

Pepe Luis Cirugeda, de verde hoja y oro, cuatro pinchazos, aviso, estocada (silencio); cuatro pinchazos, estocada (silencio).

Alejandro Chicharro, de malva y oro, pinchazo, estocada (vuelta); media, tres descabellos (ovación).