A vueltas con el voto digital

A vueltas con el voto digital

La frase del dictador soviético Joseph Stalin «no importa quien vota, sino quien cuenta los votos», está siempre de actualidad. En apenas siete países el voto electrónico ha sido formalizado. Los expertos coinciden en que su fiabilidad no es plena por dos cuestiones: no se puede garantizar el anonimato del votante, y el control del sistema es vulnerable, pues quien tiene la herramienta puede controlarla y manipularla. Así de sencillo. El escrutinio con papel lleva más de 200 años en uso y garantiza tanto el anonimato como el control. Algo complicado en el voto digital, pues sólo técnicos informáticos o criptográficos pueden hacerlo. Sin olvidar la posibilidad de que un hacker entre poniendo o quitando sufragios a su antojo. La ciberseguridad es cada vez más un problema global ante el que quedamos expuestos ciudadanos, empresas e instituciones en todo el mundo.

En España se han hecho algunas pruebas, pero sin ninguna validez. La emisión del voto y el conteo en mesas y colegios se hace siempre en papel, si bien la suma global la transmite la compañía Indra en digital. Pero sí que es una herramienta habitual de los partidos. Hace unos días, ERC la puso de actualidad de nuevo al usarla para apoyar la investidura de Salvador Illa a la Generalitat de Cataluña. En las primarias de Ciudadanos en Castilla y León se denunció pucherazo electrónico. Algo similar ocurrió en unas elecciones internas de En Marea. Y Podemos hizo una treintena de consultas telemáticas con el programa nVotes, llegando una de ellas a los tribunales con condena para la dirección, tras declarar ante el juez el coordinador informático que «desde su ordenador, podía acceder a las votaciones, conocer los votos emitidos y sus destinatarios». También manipularlos, habría que añadir.

En las presidenciales USA de 2020, los partidarios de Trump denunciaron irregularidades a través de urnas digitales de Dominion Voting System y Smartmatic, en al menos 8 estados. Smartmatic ha sido siempre una empresa puntera en este ámbito. Ahora lo es también ExCle, dicen que con uno se los modelos más seguros del mundo. Cada máquina de votación es como un punto de venta al que, cuando se le hace el cierre, imprime y transmite. No se puede volver a cerrar dos veces. Si se quiere cerrar de nuevo, queda la huella y consta el doble cierre, garantizado por un código «hash» y la firma digital bajo el QR del acta original, suscrita por los miembros de la Mesa. De modo que no hay forma de que se puedan imprimir actas fake o duplicadas sin que cualquier persona con conocimientos básicos de informática se dé cuenta de la manipulación.

El voto electrónico, no obstante, solo es completamente seguro allí donde no hay nadie dispuesto a manipularlo. El problema es que quien tiene el control de la máquina y ejerce el poder, puede estar tentado a hacerlo. Por eso lo repudiaron en Holanda y el Reino Unido, entre otros, tras realizar diferente pruebas, y se ha implantado en muy pocos países. Por eso es tan importante «contar bien los votos», con suficientes mecanismos de control para impedir que nadie pueda maquillarlos, aunque la tecnología en realidad lo permita.

Habrá que trabajar todavía mucho para lograr que una votación digital pueda ser considerada neutral desde todo punto de vista.

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