Alana S. Portero: “Aprendí a redactar leyendo revistas del corazón”

Alana S. Portero: “Aprendí a redactar leyendo revistas del corazón”

La entrevistada propone quedar en el centro comercial Las Rosas, un templo del consumo y las franquicias construido donde antes había un poblado chabolista, y relativamente cerca del pisito del madrileño barrio de San Blas donde creció la niña trans protagonista de su novela La mala costumbre, y donde la mujer madura que es hoy Alana S. Portero trabaja y cuida de sus padres. Cuando llego, ella ya está esperando con un café con leche con mucho hielo, lo mismo que pensaba pedir una misma y, una vez hechas las presentaciones, empieza a contar con un tono de voz dulcísimo los vericuetos de una vida a la vez tierna y dura, inocente y salvaje. La suya. Lo hace descarnada y delicadamente, sin entrar en detalles cursis ni lacrimógenos ni sórdidos ni escabrosos. No hace falta. Se le ve todo en los ojos.

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BUENAS Y MALAS COSTUMBRES

Alana S. Portero (Madrid, 45 años) ha pasado “de cero a mil” en reconocimiento y prestigio profesional con su primera novela, La mala costumbre, que, incluso antes de su publicación, enamoró a editores de más de una docena de países en la feria de Fráncfort. La historia y la conquista de su identidad de una niña atrapada “en un cuerpo que no sabe habitar” en un barrio obrero del Madrid de los ochenta, contada por la mujer en que se ha convertido, ha conmovido a docenas de miles de lectores y catapultado a esta historiadora, dramaturga, actriz y activista LGTBIQ+ a un estrellato literario que dice no acabar de creerse. “Cansada, harta y dolida” de la “inutilidad” de su activismo, esta mujer trans, rota tras el suicidio de su amiga e ilustradora de su libro, Roberta Marrero, enfrenta este año la celebración del Orgullo con la satisfacción de haber contribuido a la visibilidad de la transexualidad y la de haber fracasado en su empeño de normalizarla. “En estos momentos, soy más andamio que bandera”, confiesa. Entre tanto, trabaja en su segunda novela con la tranquilidad de poder pagar el alquiler sin sobresaltos. Hasta ahora, nunca la había sentido.