Alberto Ginés, entre Ruiz Zafón y los amigos “que se vuelven locos” para intentar defender el oro que logró en escalada en Tokio

Alberto Ginés, entre Ruiz Zafón y los amigos “que se vuelven locos” para intentar defender el oro que logró en escalada en Tokio

En los altavoces del tren avisan de que esta semana suben las temperaturas en París, y ya se nota, pero eso no frena a los espectadores que acuden al recinto de escalada deportiva Le Bourget, la única sede construida específicamente para estos Juegos. La capacidad es para 6.000 personas y está lleno, con ambiente festivalero, pelucas, padres con hijos en los hombros… Incluso hay unos chorros, como pequeñas duchas de agua pulverizada para soportar el bochorno.

Allí compiten, entre otros, dos escaladores locales, Avezou y Jenft, que provocan gritos y el ondear de banderas de Francia; está el fenómeno checo Adam Ondra y también Alberto Ginés, el único campeón olímpico de esta disciplina que se estrenó en Tokio 2020. Continúa en el programa olímpico, pero con cambios porque en la capital del Japón había sólo una medalla juntando todas las pruebas y ahora se reparten dos, una en velocidad y otra en bloques más dificultad.

20 o 30 amigos

La parte de bloques es la primera que se celebró y Alberto fue presentado y muy animado en castellano por la speaker: “Allez, Alberto, vamos”. También en la grada. “Están mis amigos, que se vuelven locos. Hay entre 20 o 30, entren familia y amigos –explica–. El lugar es increíble, me recuerda al de Tokio, pero allí estaba vacío [por la pandemia] y aquí he podido escuchar a mis amigos”.

Hay cuatro bloques en muros de 4,5 metros de altura que tienen que escalar sin cuerdas, con una serie de agarres. El tiempo límite es de cuatro minutos para resolverlos, con tres alturas diferentes: si se logra alcanzar la primera, 5 puntos; si se llega a la segunda, 10; y la última, 25. Se descuentan 0,1 décimas por cada intento. El español llega a la segunda estación en los dos primeros bloques, pero se queda en la primera en los dos últimos. En el tercero, estudiaba sin encontrar cómo descifrarlo. “Estaba intentando pensar qué podía cambiar, lo he logrado en los últimos segundos y ya no me ha dado tiempo a más”, describe. Tiene que mirar rápido, pensar un plan y ejecutarlo y si ve que por ese camino no, buscar otro. Acaba décimo cuarto de 20, y a la final se clasifican los ocho mejores, pero no está del todo triste. “No estoy demasiado contento, pero bueno, por suerte la dificultad es mi punto fuerte, así que intentaremos hacerlo mejor allí”, desea. La dificultad será EL miércoles y los atletas escalan lo más alto que pueden una pared de más de 15 metros. Tienen seis minutos.

De la desmotivación a París

“Ahora voy a hablar con David y luego a la Villa a descansar”, afirma Ginés. David es David Macià, su entrenador y seleccionador, el “responsable” de que él esté ahí. Porque Alberto admite que la medalla de oro (tenía 18 años cuando la logró) le pesó un poco y le costó volver a encontrar la motivación. “En 2023 seguía con la resaca emocional de los Juegos de Tokio, no hubo tiempo para descansar. Ya era el año preolímpico, entonces era otra vez a tope, y mentalmente creo que no estaba preparado para volver a asumir otro ciclo olímpico de nuevo”, reconoce. “En el Campeonato del Mundo tuve una charla con David y fue como ‘si queremos estar en París me tengo que poner las pilas’”, prosigue. Se las puso para lograr el billete sobre la bocina.

A la Villa no se ha llevado la Play. “No hay casi tiempo para jugar, me he traído libros, que también me relajan”, desvela. “Justo me terminé ‘‘El Juego del Ángel’’, de Carlos Ruiz Zafón, que pensaba que me iba a durar más y ahora tengo que pillar otro”, concluye.

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