¿Algún feliz por ahí?

¿Algún feliz por ahí?

Últimamente, por más que buscó, no encuentro a gente feliz. Miento, ayer tuve una visita en casa de una mujer feliz. Cubana. Ella, a la que no conocía personalmente, había sido una gran amiga de un gran amigo mío, un actor y director cubano magistral, Pancho García, con el que trabajé durante muchos años fructíferos, y que murió hace tres de un infarto rápido.

Ella, su querida amiga, mujer cercana a la setentena, no conocía España, pero un nieto se había venido a un pueblo de acá a vivir con su madre, y ella, mujer poderosa; guionista y directora de cine y televisión en La Habana, no había dudado en viajar a nuestro país con lo mínimo. Y lo mínimo es lo mínimo. ¿Saben cómo está ahora Cuba? Se lo voy a contar con una imagen que los cubanos repiten cuando charlamos: «Ya apenas recogen la basura de las calles. Nos estamos hundiendo en la mierda, literalmente». Mi nueva amiga, sin conocer Madrid, aceptó mi invitación, tomó el metro y llegó como un reloj a la hora pactada.

Mi nueva amiga me dio un abrazo hondo cuando le abrí la puerta. Y poco después estábamos charlando como si aquel amigo común nos hubiese unido hace siglos. Mi nueva amiga iba y venía a la cocina y se emocionaba de solo pensar que por fin conocía España. Ella tenía la alegría dentro. Miraba, comentaba, disfrutaba, se entusiasmaba. Y se reía con esa risa que yo no veo por estos lugares. «He llegado a casa, mis genes están contentos, España es mi casa. Estoy sana y tengo fuerza para empezar una nueva vida. Se hacer muchas cosas», me dijo alegre. En un momento dado, sentí que tenía que contarle que aquí las cosas están difíciles, que el trabajo escasea, que a los artistas mayores se nos aparta… Asintió y añadió: «Pero no imaginas lo que es aquello, Palomita». Sí, pensé, aquello es un mundo vacío de bienes. Este un mundo vacío de felicidad.