Almodóvar y Serra

Almodóvar y Serra

La Cultura entra a matar. En nombre de la santa palabra se libran batallas más allá de las llanuras de Líbano y de las pirámides mexicanas. Quien no tenga a la Cultura de su lado perecerá como un banco de peces en una colección de anillos de plástico. La última batalla se libró el pasado fin de semana en San Sebastián. Parecía que en el trance discursivo iba a ganar Almodóvar, a cuyas películas les ocurre lo que a las bellezas gitanas del Rastro, que las miras de tan guapas y cuando los ojos se posan en el suelo ven las zapatillas de andar por casa con su cuñita. A Pedro, el primer Pedro de esta historia, le pasa algo así, sus últimas películas parecen, pero no son. Él mismo debería darse cuenta de que tantos premios y homenajes lo que hacen es perdonarle que está echando culo y que el piropo, aunque sea de un hombre a otro hombre, es más, de un director de cine a un presidente del Gobierno, el segundo Pedro, están pasados de moda, y castigados por la liga del bienestar social.

El discurso ganador no fue el eutanásico de Almodóvar, que va llamando a la muerte en cada esquina de una manera tan políticamente correcta que cuando le llegue le avisará por carta oficial. Oiga, quién quiera morirse que se muera, qué quiere que le diga. El que se llevó la Concha y el aplauso del que esto escribe fue Albert Serra por «Tardes de soledad», una película sobre otras muertes, la del toro y la del torero, Roca Rey. El ministro Urtasun no se quedó muy contento con el fallo del jurado. Si fueran jueces habría opinado en su contra, pero al tratarse de gente del cine prefirió mascar el descontento e irse a desollar a otros que tuvieran la piel más fácil, no sé, a alguno del Supremo. Ni el propio presidente pudo evitarlo. Fueron por la eutanasia y volvieron con los pañuelos blancos pidiendo el indulto, esta vez más que reglado, del mito y el pitón. Y aunque volvieron con el rabo entre las patas, no dejaron de buscar la Cultura en su casa para darle las gracias por lo bien que hace su trabajo de propaganda, cosa que no hacen otros.

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