Javier García-Gallo, Daniela Rodríguez y Eduardo García Alier eran consumidores compulsivos de contenidos digitales cuando en España se afianzaba el éxito de YouTube y empezaban a ponerse de moda los youtubers. Corría 2015 cuando estos locos de la comunicación (los dos primeros periodistas y el tercero abogado), “a la vista del fenómeno de YouTube, pensamos que la forma en que se invertía en publicidad iba a cambiar. Además, solo había dos agencias que hacían marketing de influencia y no estaban especializadas”, relata García-Gallo. Y decidieron liarse la manta a la cabeza y poner su coche, un ordenador personal y 60 euros como garantía para iniciar su aventura empresarial: una agencia de influencers a la que llamaron Soy Olivia.
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