De Lawrence Stroll se podrá decir que es un fanfarrón y que su extravagancia llega a límites que la mayoría consideraría casi ridículos, pero nadie le podrá negar su capacidad de persuasión, probablemente una cualidad que desarrolló en su etapa en el ámbito de la moda, antes de desembarcar a lo grande en el de las carreras, primero, y en el de la automoción, después. El empresario canadiense compró Force India (2018) para que su hijo, Lance, tuviera algo que hacer. Después de rebautizarlo como Racing Point (2019) lo reconvirtió en Aston Martin (2021), previo pago de más de 2.000 millones de euros por un paquete accionarial de la marca de coches que popularizó James Bond. Más tarde (2023) convenció a Fernando Alonso para que se uniera al proyecto como relevo de Sebastian Vettel, y ahora, tras renovar el acuerdo con el asturiano, ha logrado algo que un año atrás hubiera sonado a delirio. Stroll ha logrado encandilar a Adrian Newey, el ingeniero más reputado de la Fórmula 1 actual —siete títulos de 14 posibles— y que el pasado 1 de mayo informó de su marcha de Red Bull a final de esta temporada; para unirse al proyecto del equipo de Silverstone (Gran Bretaña). Al magnate se le ha metido en la cabeza ganar cueste lo que cueste, y si algo ha quedado claro es que no piensa reparar en gastos para, al menos, intentarlo.
