Balduino de Bélgica ¿un rey en los altares de la mano de Fabiola?

Balduino de Bélgica ¿un rey en los altares de la mano de Fabiola?

«Comprendí que el Amor viene del Señor y que es maravilloso dejarse conducir por Él». No es la reflexión de una mística medieval ni de un fundador de una congregación decimonónica. Es palabra de rey. De Balduino de los belgas. Un hombre creyente que llevó la batuta de un Estado europeo y que podría llegar a los altares. La reciente visita del Papa a Bélgica ha supuesto un espaldarazo vaticano al primer monarca del siglo XX que podría llegar a ser santo. En la mañana del 28 de septiembre, el pontífice argentino visitó la cripta real de la iglesia de Notre Dame de Laeken, en Bruselas, acompañado de los actuales reyes, Felipe y Matilde.

El mero hecho de incluir en la agenda papal una oración ante su tumba no es baladí en los protocolos eclesiales. Y menos aún que trascendiera que, en ese escenario, el Obispo de Roma aplaudiera en público su valentía por «abandonar su puesto de rey para no firmar una ley asesina», en referencia a que abdicó durante tres días para sancionar la reforma que permitió el aborto en Bélgica en 1990. Con esta pista por delante, el Papa fue más allá y, al culminar la eucaristía que remataba su viaje apostólico, precisamente en el estadio Rey Balduino, Francisco anunció oficialmente que «a mi regreso a Roma, iniciaré el proceso de beatificación». Por si fuera poco, apenas unas horas después, en el encuentro que el Papa mantuvo con los periodistas en el vuelo de regreso a Roma, el pontífice se expresó todavía con más soltura. «Era un santo», sentenció con naturalidad, para matizar inmediatamente después: «Oficialmente todavía no es santo, pero el proceso de beatificación seguirá adelante, porque hemos tenido constancia de ello».

Con este apadrinamiento papal, se pone en marcha un minucioso engranaje que podría arrancar en la Archidiócesis de Granada. ¿El motivo? El proceso para realizar las investigaciones para validar la ejemplaridad del jefe de Estado de los belgas durante 42 años ha de iniciarse en la Iglesia local donde falleció. Y Balduino murió de un ataque cardiaco durante sus vacaciones en Motril el 31 de julio de 1993. Sin embargo, se da por hecho que de inmediato se solicitaría el traspaso de competencias a Arquidiócesis de Malinas-Bruselas. En la capital belga debería elaborarse un minucioso informe sobre su vida. Una vez presentado en el Dicasterio vaticano para la Causas de los Santos, si no se encuentra ningún «pero» significativo, se le consideraría «siervo de Dios». A partir de ahí, se abordaría todavía de manera más exhaustiva su figura a través de varios tribunales. Si también supera este «control de calidad», el Papa lo proclamaría venerable, esto es, se certificaría que Balduino ha encarnado la fe católica de forma heroica.

Con la causa de Balduino en el punto de partida, sí hay un trabajo previo de documentación realizado. Fue el cardenal Leo Jozef Suenens, que conoció personal y profundamente a Balduino, el principal abogado de su santidad. Recopiló todos los testimonios a su alcance -desde policías a empleados del hogar- para elaborar varios retazos hagiográficos sobre aquel que quiso ser monje, pero que abdicó de su vocación por el servicio a la corona.

Otro cardenal belga, Godfried Maria Jules Danneels, que presidió su funeral, apreciaba cómo «bajo la turbulencia de las actividades públicas y políticas manaba en él una fuente tranquila y oculta: era su vida en Dios». «La oración, la eucaristía diaria, la lectura del Evangelio, su amor a la Virgen María, la penitencia: estas eran las fuentes secretas que alimentaban el río de su existencia», describía el purpurado, que además subraya que «sentía predilección por los pobres».

Pero la verdadera testigo de su santidad fue su esposa, la española Fabiola de Mora y Aragón que conquistó su corazón. Fue el propio Suenens quien le encaminó, con la Virgen de Lourdes como intercesora y la mediación de una consagrada irlandesa, para concertar una cita con una joven aristócrata madrileña, hija de los marqueses de Casa De Riera. En diciembre de 1960 se casaron. «¿Por qué, Señor, has removido cielo y tierra para darme esta perla preciosa que es mi Fabiola?», escribió décadas después un rey profundamente enamorado. Y así rezaba por ella ante Dios: «Colma a Fabiola de tu santidad. Que viva de tu gozo y de tu paz».

Tal era la complicidad entre los dos que en algunos foros eclesiales se plantea la posibilidad de un proceso de beatificación conjunto, como así ha sucedido con otros matrimonios católicos de referencia. «Está claro que en torno a Balduino se habla de cierta fama de santidad, porque se le considera más un pastor de su pueblo que un rey, y en Bélgica se celebran con frecuencia misas en su honor, pero de momento este tirón popular no lo ha logrado Fabiola», expone un eclesiástico a LA RAZÓN, que ve más probable que primero culmine la causa del rey para que luego prospere la de su mujer. «Que Balduino suba a los alteres y, dicho coloquialmente, tire de Fabiola para que sea reconocida es también una fórmula que se ha seguido en la historia de la Iglesia», añade esta fuente.

Sin embargo, el camino hacia los altares de Balduino se puede topar con algún que otro obstáculo reseñable. En su contra estaría el papel activo que jugó tanto en la convulsa y sangrienta independencia del Congo belga como en Ruanda y Burundi, antiguas colonias del país europeo. A esto se une la negativa que mostró hace años el propio Gobierno belga a que la Iglesia abriera el proceso de beatificación y las reticencias que también se encontró en el propio Episcopado. Quizás ahora, con la intervención directa de Francisco se puedan diluir estas trabas. O no.

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