Banalización de los mal denominados protectores gástricos

Banalización de los mal denominados protectores gástricos

Hace años comenté aquí el tema del omeprazol, popularmente conocido como protector gástrico. En realidad, los omeprazoles son inhibidores de la bomba de neutrones, reducen la cantidad de ácido en el estómago para deglutir los alimentos. Quien lo toma antes de la bacanal entiende que ya está protegido. Error, porque al inhibir la producción de ácidos la digestión es más lenta, aunque sin reflujos y otras manifestaciones.

El problema es que se ha banalizado su uso y casi la mitad de los españoles con más de 65 años lo toma. Ciertamente, hay quien lo necesita por afectación de complicaciones graves del reflujo: esofagitis, úlceras, estenosis. El médico decide.

El problema surge cuando se echa mano del «protector» no sólo para «protegernos» ante una comida copiosa, sino por una tos crónica, ronquera, carraspeo, etc. A este respecto, el consejo de Asociación Americana de Gastroenterología es claro: suspenda el tratamiento.

¿Por qué, si es un medicamento inocuo? Bueno, vamos a olvidar algunos efectos adversos potenciales que últimamente se ha descrito, pero que no están comprobados, como la asociación a una mayor probabilidad de demencia o de adquirir covid. El omeprazol y derivados son seguros y bien tolerados si se administran poco tiempo, pero el uso continuado viene asociado a efectos adversos como la osteopororis, fracturas óseas, fragilidad de cadera, inflamación del riñón y disminución del magnesio en sangre. Dicho lo cual, también es un error dejar de tomarlo de golpe. Como efecto rebote transitorio, produce más acidez. Lo importante es saber que la cultura del «protector gástrico» no es sostenible. Crea una falsa sensación de seguridad que lleva a tomarlo indebidamente, desconociendo que puede ser una bomba de relojería.

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