Biden y el psicotécnico

Biden y el psicotécnico

Unos amigos míos, hermanos entre ellos, llevan meses conspirando con su madre en contra de su padre. Se llaman, se mandan mensajes a escondidas, hablan en clave en la cocina tras las comidas de los domingos. Algo traman. No, no es una de esas guerras familiares por un divorcio o una herencia. Al revés. Justo lo que no quieren ni la madre ni los hijos es separarse ni heredar antes de tiempo. Los tres veneran al viejo, 83 años en octubre, pero, precisamente porque lo quieren con locura, les preocupa que siga conduciendo, habiendo tenido ya más de un susto al volante por sus despistes. Malo fue decírselo delicadamente al interesado. Primero, con indirectas. Luego, a las claras. Peor fue saber que pinchaban en hueso. El patriarca, con el carné renovado hace un año y vigente otros cuatro, se negó, ofendidísimo, a renunciar al coche, al que considera el penúltimo reducto de su libertad y su autonomía. Así que, ahora, cada vez que lo saca del garaje para darle una vuelta por el barrio para que no se atrofie, madre e hijos viven con el alma en vilo hasta que vuelve a casa ileso y sin haberse metido en una rotonda o en dirección contraria.

Seguir leyendo