Biocombustibles avanzados a la conquista de las gasolineras

Biocombustibles avanzados a la conquista de las gasolineras

La tradicional distinción entre biocombustibles de primera (o 1G, procedentes de cultivos utilizados para la alimentación humana y animal), segunda (o 2G, a partir de residuos) y tercera generación (3G, a base de algas) sigue estando presente, y resulta muy útil para situarse, pero lo cierto es que hace tiempo que ha dejado de emplearse. En su lugar se impone el término de biocombustibles avanzados, que, para entendernos, serían la suma de los G2 y G3. La Directiva Europea de Energías Renovables, que en 2021 amplió su ambición espoleada por la apuesta Fit for 55 de la UE, insta a que los 1G se reduzcan a cero para 2030, señala Margarita de Gregorio, CEO de la Asociación Española de Biocircularidad (Biocirc). Solo pueden contribuir con un 7%, como máximo, al objetivo de renovables, según el Real Decreto para fomentar el uso de los biocarburantes, aprobado por el Gobierno español en 2021. La norma establece, en paralelo, objetivos de penetración de los avanzados: de carácter indicativo, del 0,1% para 2021, y de carácter obligatorio, del 0,2% para 2022.

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Algas, la eterna promesa

En 2010, Bioplat, Plataforma Española Tecnológica y de Innovación en Biocircularidad, de la que Margarita de Gregorio es también CEO, presentó el documento Energía de las algas: presente y futuro, en torno al cual se agruparon más de 60 entidades interesadas en producir algas oleaginosas con fines energéticos. “Lo que ocurrió fue que, en aquel momento, el diésel y la gasolina eran más baratos que la producción de algas”, cuenta De Gregorio. Además, hacía falta una cantidad ingente de esta biomasa para hacer biocombustibles. Y peor pagada, además, que la destinada a fines no energéticos, léase aditivos y componentes alimentarios, nutracéuticos, farmacéuticos. La conclusión de aquella tormenta perfecta fue que el entusiasmo se desinfló. Siempre ha estado en el radar de las empresas —Cepsa y el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) tienen en marcha una investigación para desarrollar biocombustibles a partir de microalgas—, y de la propia Unión Europea, con proyectos y experiencias piloto, pero nunca hasta el momento ha logrado salir del ámbito de la I+D , y ser comercialmente viable. La pandemia, la guerra en Ucrania y la batalla comunitaria por la soberanía energética abren ahora una ventana de oportunidad para las algas, en esta ocasión marinas. Dicho esto, De Gregorio se muestra cauta. “Tendrán que luchar con todos los usos no energéticos, mucho mejor pagados”, advierte.