«Boiling Point»: el fracaso se sirve en platos fríos con bocados de realidad

«Boiling Point»: el fracaso se sirve en platos fríos con bocados de realidad

La intensidad de las cocinas de un restaurante está más que recreada en programas de televisión y series tipo «The Bear». Pero el inicio de la miniserie «Boiling Point» que acaba de estrenar Movistar Plus+ recupera rápidamente la tensión que nos dejó la película del mismo nombre (traducida como «Hierve» en España) de 2021. Recordemos que en el filme, el equipo que formaba parte de las cocinas de Jones & Sons colapsaba con el infarto del chef Andy Jones (Stephen Graham), y tras enfangarse en consumo de drogas y alcohol dejaba el restaurante en números rojos. Seis meses después, la subchef Carly (Vinette Robinson) se atreve a comenzar su propia aventura robando casi íntegramente al equipo original y abriendo en el gentrificado barrio londinense de Dalston «Point North», un nuevo restaurante a su estilo con cocina de inspiración nórdica.

Ingredientes

Y aunque el comienzo de la serie, por supuesto con un elaborado plano secuencia que nos deja visitar todas las salas del nuevo local y el trabajo de personajes ya conocidos como Emily (Hannah Walters), Freeman (Ray Panthaki) o Jamie (Stephen McMillan), no se dejen engañar por la aparente tranquilidad que parece que se apodera del restaurante tras el inicio. Todo son bromas, chanzas y buen rollo hasta que sale el primer papel que indica comanda. Toda la cocina está inundada de esa luz azul que se nos ha hecho tan familiar en este tipo de series, mientras que el comedor es cálido y lleno de naranjas y colores más oscuros mientras vemos como se complica el primer servicio a base de la ausencia de Carly por problemas familiares, con el subchef quedándose al cargo de un trabajador nuevo que no sabe freír un huevo, un camarero que se retrasa y llega con resaca, un lavaplatos que se come las sobras y en sala un grupo de inversores que podrían salvar el negocio. O no. Todo en un capítulo trepidante que no es más que el comienzo de cuatro entregas, una por semana, que irá sorprendiendo al espectador.

Y es que la cocina solo es el recipiente en el que se sirve la vida de los personajes. De cocina salen platos preciosos, elaborados y únicos, pero están hechos de circunstancias personales, decepciones, fracasos, gritos, acosos y depresiones. Todos esos ingredientes separan a «Boiling Point» de cualquier otra ficción que suceda en las cocinas. Animo a los espectadores a que pasen del primer episodio porque encontrarán en los tres siguientes los ingredientes de una serie muy bien hecha y con unos actores comprometidos con sus vidas personales al más puro estilo «Como agua para chocolate», aderezado con varios comensales que apetece ensartar con un tenedor. Está claro que a nadie le va a sorprender la dureza de trabajar en una cocina profesional, pero sí que puede uno a veces olvidar que los héroes de las cocinas son personas. Y tienen vidas, decepcionantes en un porcentaje muy alto. Personas a su cargo, racismo constante, alcoholismo, drogas, autolesiones, y por supuesto la descarnada realidad económica que no entiende de sueños y sí de números. Y los rojos son muy abundantes y se reparten sin complejos.

Ni siquiera en los éxitos está asegurada la felicidad momentánea. La serie es una montaña rusa constante en la que uno no puede asegurar que pasará a ambos lados de la puerta abatible entre cocinas y sala. Y qué decir de las luchas personales de cada personaje, que literalmente deambulan peligrosamente por una finísima cuerda en la que nunca caen, pero tampoco consiguen el equilibrio. Y cuando uno cree que lo ha visto todo en los fogones llegan personajes nuevos que traen estabilidad, pero rompen la magia de la cohesión casi familiar entre los miembros del equipo. Los espectadores no se conformarán con solo una temporada de «Boiling Point» y su creador, James Cummings, lo sabe. Por eso salpica el metraje con la vida dispersa de Andy Jones, que sin rumbo intenta reordenar su vida al estilo de una «mise en place», pero que chocará una y otra vez con su propia imperfección. La interpretación de Stephen Graham es todo verdad, sin complejos, y si se hunde se hundirán con él, y si consigue una pequeña victoria parecerá que nunca se entregó al alcohol y las drogas y que nunca arruinó su restaurante. Pero algo sigue puesto al fuego…

La película que inició una forma de filmar una cocina

La serie de «Boiling Point» tuvo su nacimiento en 2019 con un corto de 22 minutos en plano secuencia que descubrió una nueva manera de sembrar estrés metidos hasta las cocinas de un restaurante. Tras ese corto, que se puede ver en Filmin, nació una película en 2021 que en España se llamó «Hierve», y que usando los mismos personajes y línea argumental desarrolla las personalidades del personal de cocina y sala y que consiguió cuatro nominaciones a los Premios Bafta. Creada por el mismo equipo: el guionista James Cummings y el director Philip Barantini.