Boris Savelev, PhotoEspaña viaja al crepúsculo de la URSS

Boris Savelev, PhotoEspaña viaja al crepúsculo de la URSS

Es ucraniano, tiene pasaporte ruso y vive en España desde hace tres años. Boris Savelev, que ha visto cómo la guerra en su país lo ha convertido en refugiado, nació cuando Rusia todavía era la Unión Soviética y, aunque se graduó en el Instituto de Aeronáutica, su nombre tomó realmente vuelo con la fotografía. En una sociedad donde lo colectivo primaba sobre la persona, él reconoció en la cámara una forma de acentuar una mirada individual. Distinguirse del resto. Este aire de rebeldía asomó en su personalidad cuando decidió emprender una carrera como fotógrafo, pero fuera de los sindicatos oficiales, formando un grupo de creadores decididos a mostrar la realidad sin consignas estatales. El resultado son una colección de imágenes que suponen un retrato desolador de los distintos paisajes que componían aquella URSS, desde su ciudad natal, Chernivtsi, Ucrania, hasta Moscú o Leningrado.

El Espacio Cultural Serrería Belga de Madrid recorre su trayectoria en la exposición «Viewfinder – Una forma de mirar», que repasa la evolución del fotógrafo a través de seis décadas, desde sus inicios, cuando se desenvolvía en blanco y negro con su Iskra 6×6 y su Leica, hasta su impresionante empleo del color, que se abre paso en él a partir de la década de los años ochenta, con películas como la Owarchrome y la Kodachrome occidental, hasta lo más reciente, cuando ha sumado a su talento lo digital. Pero Boris Savelev, que ha recibido el Premio PHotoEspaña 2024, es mucho más. Fue descubierto cuando el [[LINK:TAG|||tag|||633619d0ecd56e3616932605|||Muro de Berlín]] cayó y Occidente comenzó a interesarse por grandes creadores con talento. Ahí surgió su estrella y desde entonces se convirtió en una referencia de la fotografía en Ucrania. La esencia de su trabajo es la calle. El encuentro con la escena, donde las personas tienen reservado un lugar, pero siempre en segundo plano, de fondo, porque lo que prima en él es el gusto por el color, que domina de una manera espectacular. Sobre todo, las tonalidades crepusculares del día, donde los contrastes son menos duros, pero ya existen sombras. Un gusto que combina con la superposición de planos y una plástica que en ocasiones hace dudar de si es una foto o una pintura.