Cambia tu relación con… Los viajes

RMAG news

“¿Qué asiento te ha tocado?” es una de las preguntas que definen los viajes modernos en avión. Y la respuesta suele ser tan esperada como decepcionante. Pero existe ahora una recomendación nacida en Tik Tok para conseguir un buen lugar en cabina sin pagar un suplemento adicional. Viajeros que comparten sus experiencias, como followthesunfamily o azul_mistico, animan a realizar el check in tarde, cuando quedan 3 o 4 horas para el despegue. A los previsores, los que realizan la facturación 24 horas antes del vuelo (al poco de recibir el correo de la compañía de bajo coste), se les suelen asignar asientos traseros y plazas de en medio. “El avión se llena de atrás hacia delante”, explican. Las aerolíneas tienden a aguantar las plazas delanteras y las ubicadas en las salidas de emergencia para tratar de que algún pasajero pague por ellas. Si no han logrado vender esos asientos, se los asignan gratis a aquellos que realizan el check in más tarde –no se pueden quedar vacíos si han vendido todos los billetes–.

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Si la espera es larga, comemos en alguna cadena de fast food de las existentes en el aeropuerto o en las estaciones de tren. Me fastidia tirar todo lo que hay en la bandeja al mismo cubo. Si quiero reciclar, ¿qué hay que hacer con el envoltorio que recubre la hamburguesa?, se pregunta Danon.

Al azul. Cierto es que algunos envoltorios tienen una cara de aluminio pero la mayoría del producto es de papel. Tiene que tirarse al cubo de desechos de papel y cartón, al igual que el envase en el que se venden las patatas fritas o la caja de la pizza (en los aeropuertos de Estados Unidos es fácil encontrar una pizzería de calidad). Al amarillo van los sobres de kétchup y mostaza. Basta con buscar alguna de las papeleras con un distintivo de color en la parte superior para reciclarlo de forma correcta.

Un caso: el aeropuerto de Málaga cuenta con 100 papeleras para residuos “amarillos”, 125 contenedores amarillos y 50 cubos distribuidos en la zona de controles, a donde van a parar los envases de más de 100 mililitros con los que no se permite viajar en cabina. Para separar los desechos de papel y cartón, cuenta con 250 papeleras azules y 35 contenedores azules repartidos entre los puntos limpios del aeropuerto y la zona de segregación.

Los chicles. El paquete tiene un envoltorio de papel por fuera y luego uno metálico por dentro. Me imagino que todo va al azul pero me genera dudas, se pregunta Farrés, que trabaja como gestora en un banco.

Todo al azul. Son envases de papel. No importa el color, si son más finos o gruesos. Incluso si es un papel muy pequeño. Todo desecho de papel y cartón se debe depositar en el contenedor azul. Las revistas y periódicos que se compran en las estaciones o en los aeropuertos también van al azul si uno se quiere deshacer de ellos.

La diferencia de presión en los aviones puede provocar que los oídos se taponen. Al masticar chicle se mueve la mandíbula, lo que contribuye a que se abra la trompa de eustaquio. Incluso Air France creó en 2017 unos chicles propios que repartía en cabina con sabores a macaron de pistacho y a crème brûlée. También se puede uno tapar la nariz y la boca y tratar de soltar aire por los oídos para que de nuevo se abra la trompa de eustaquio.

Alguna vez paramos en una gasolinera y pedimos un café para llevar. Danon, observador y buen analista (vende fondos de inversión), se ha fijado en el recubrimiento plástico del interior de los vasos de cartón. “Si no se pudiera echar el vaso tal cual al contenedor azul habría una lengüeta para retirar esa parte plástica que hace que no se filtre el líquido”, asegura.

No importa si algún residuo de papel o cartón contiene algún material distinto porque en la planta de tratamiento se someten a un proceso químico (se les añade peróxido de hidrógeno o hidrosulfato de sodio) para separar las fibras de celulosa y cribar todo lo que no sea papel, como el recubrimiento de plástico del vaso de café, o la parafina que incorporan algunos papeles que sirve para contener la humedad y la grasa de la carne, el pescado o los embutidos. Ah, la tapa del café es de plástico y es un envase: al amarillo.

Como afirma Farrés, “volar da sed”. Se desaconseja consumir bebidas con cafeína o alcohol en vuelos largos porque favorecen la deshidratación, un aliado del jet lag. No existen técnicas infalibles para evitar que uno se quede dormido en el teatro a las 8 de la tarde en Buenos Aires en la obra de despedida de Héctor Alterio, pero beber vino en el avión no ayuda. Quedarse petrificado en el asiento, no hacer estiramientos, tampoco. Preocuparse demasiado por el propio jet lag, lo acentúa. Llegar al vuelo sin haber dormido bien: mal. Y pensar que la melatonina solo les funciona a otros supone un soberbio error.

Si nos apetece un refresco, tanto si se vende en botella de plástico como en lata, sabemos que el envase hay que tirarlo al amarillo. Lo aplicamos en casa desde hace mucho. Cuando viajamos en coche, a veces compramos una botella de agua porque en las gasolineras no hay fuentes como en los aeropuertos.

La práctica de rellenar tu botella en los aeropuertos es un claro ejemplo de reutilización, uno de los mandatos que definen a los ecorresponsables. El aeropuerto de Sevilla instaló dos nuevas fuentes el pasado mayo con los llamados contadores de sostenibilidad, que informan del número de botellas de plástico que se ahorran si se rellena un termo. Estos suministradores de agua cuentan con un sensor, por lo que el envase no toca el grifo ni ninguna otra superficie (todo resulta más higiénico). Aena se ha fijado el objetivo de incrementar el número de fuentes un 50% para 2026 con respecto a 2019.

Los asientos delanteros de un avión son más silenciosos que los traseros porque el ruido que emiten los motores, situados en las alas (en la parte central), se expele hacia atrás. Las plazas ubicadas junto a la ventanilla son más ruidosas que las del centro del avión y más si la nave es de radio largo y cuenta con dos pasillos. Puede llegar a haber una diferencia de 5 decibelios entre las distintas partes.

Redacción:

Mariano Ahijado

Coordinación editorial:

Juan Antonio Carbajo

Coordinación de diseño:

Adolfo Domenech

Diseño:

Belén Daza

Desarollo:

Sonia San José