Cara cultura

Cara cultura

Suenan, otra vez, las trompetas del Apocalipsis porque los andaluces tendrán que pagar por entrar en los museos de la comunidad. Gran llanto, dolor y las vestiduras rasgadas por la sociedad civil que se siente ultrajada por los gobernantes, que les frenan su derecho a cultivar el espíritu frente a una obra de arte. Parece ser que la «sociedad civil» va a comenzar a movilizarse para frenar este escarnio, para recuperar en una suerte de cruzada «kultureta» por la dignidad andaluza. «A quién se le ocurre ponerle precio a lo que nos pertenece». El drama ya se ha formado y le dará algún dolor de cabeza al bueno de Arturo Bernal, consejero del ramo, que recibe los dardos de un sector que le tiene en la picota desde el primer día simplemente porque a bastantes se les acabó la mamandurria andaluza.

Algún día tendremos que hablar de este «lobby», principalmente sevillano, que parece ser el dueño de las esencias, encargado siempre de dictar siempre quién, cuándo y cómo se gestiona la cultura en Andalucía. Sobre todo, si de paso se trinca, porque se trata de un buen negocio si encuentras tu lugar en dicha tribu.

Mucho ruido, digo, porque en cuanto se habla de dinero aparece la palabra «discriminación» y nos acordamos de los «probesitos» a los que se les discrimina desde las élites. Mentira cochina, sólo tienen que darse una vuelta por los museos de marras, observar quién entra a visitarlo mayoritariamente y preguntarse luego, en qué lugar de ese vacío –gran paradoja, ¿no creen?–, observan nuestros vecinos de bloque los zurbaranes del Bellas Artes de Sevilla, por ejemplo. Ni uno se encontrará, pero ni uno, pero no sucede nada, se lo aseguro. Ir a un museo, escuchar a Grieg con los ojos vueltos o comerse una pera de San Juan no son obligaciones del alma. No se alarmen, dejen de culpar a las administraciones por limitarles el acceso a la cultura, hagan un esfuerzo, apaguen el móvil, lean, reflexionen, sean adultos y dejen de quejarse.