Carlos March, del color del dinero al olor de las flores

Carlos March, del color del dinero al olor de las flores

Probablemente, el día que anunciaba su dimisión como consejero delegado de Banca March a través de un comunicado escueto, preciso y sin grandes alardes, Carlos March Delgado estaría pensando en la siguiente página a rellenar. Y no es una metáfora, pues una de las grandes pasiones del banquero es escribir y la literatura, la de Machado, para más señas. De hecho, en el mercado aún se puede adquirir «Altarejos, un jardín en la dehesa» (Editorial El Viso, 2011), un libro de más de 300 páginas que viene a ser el reflejo de la enorme y particular personalidad de su autor, que se describe a sí mismo «amante de la naturaleza, de la jardinería, de la caza y de la fotografía». Habría que añadir la discreción como otra de sus virtudes y la que, quizás, mejor le define.

Nacido en Palma de Mallorca un 3 de agosto de 1945, y a punto de cumplir los 79 años, Carlos March quiere disfrutar más de la vida. Con una fortuna que Forbes cifra en 850 millones de euros, el financiero ha decidido dedicar más tiempo a lo que más le gusta. A caballo entre Madrid, donde reside de manera habitual, su finca sevillana de más de diez mil hectáreas y su posesión isleña de S’Avallet, que confronta con el mar en unos cinco kilómetros, quiere disfrutar de los paseos tranquilos en su barca, de la comida sencilla y local, del arte y de la intimidad de los suyos. El nieto del que fuera apodado como el último pirata del Mediterráneo —el histórico empresario Juan March Ordinas, que hizo fortuna con las dos guerras mundiales y fue diputado en los años veinte del siglo pasado, banquero de Franco y editor de periódicos de diferentes ideologías—tiene muy claro que la exhibición «altanera de los nuevos ricos», como le gustaba destacar en las pocas entrevistas que ha concedido, no va con él. Eso sí, muestra con orgullo a los suyos su colección de arte y una fotografía especial que resume la influencia de su linaje: una imagen en la que aparece Félix Rodríguez de la Fuente con cinco halcones capturados en la finca Altarejos para que el Rey Juan Carlos I de Borbón se los regalara al Rey de Arabia Saudí.

Licenciado en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid en 1965, fue el número uno de su promoción, está casado con Conchita de la Lastra, con quien tiene tres hijos, Juan, Gadea y Carlos. Precisamente es el primogénito quien sigue sus pasos al frente de la entidad, como él mismo tuvo que hacer ante la muerte prematura de su padre, Juan March Servera, en 1974, y ocupar así la presidencia de la Banca March antes de cumplir los treinta años. Ahora la transición ha sido lenta, pactada y preparada; si algo impera en la todopoderosa familia es que los negocios son eso, cosa exclusiva de la familia.

Aunque el financiero seguirá desempeñando sus cargos como presidente de Corporación Financiera Alba y vicepresidente de la Fundación Juan March, según ha contado a sus íntimos, su intención es ir alejándose de los focos sin llamar demasiado la atención. Quizás tenga que ver algo una confesión que el propio Carlos March lanzó un día en una entrevista en la que afirmaba que la felicidad no existía y que él solo había «encontrado momentos en mi jardín».

No renunciará a su discreción

Puede ser que lo que el financiero anhele sea pasar más horas entre sus flores y arbustos; en los jardines que él mismo diseñó en Altarejos o en los de S’Avallet, donde recuerda con frecuencia a su madre, Carmen Delgado, amante de la naturaleza como él, y que mandó plantar decenas de higueras por la posesión mallorquina para que, en su ausencia, la recordaran. Carlos March Delgado también hace fotografías por afición y sin intención, aunque también como una forma de dejar su impronta más allá de las cifras millonarias que giran en torno a su nombre. Y así vuelve a la discreción que siempre le ha rodeado y a la que no piensa renunciar.