China gana a EE. UU. al aterrizar en la cara oculta de la Luna para perforarla

China gana a EE. UU. al aterrizar en la cara oculta de la Luna para perforarla

Esta
madrugada China
ha vuelto a hacer historia, aunque tal vez no sea la historia que muchos
quieren contar. Cuando hablamos de la exploración espacial ocurre como con tantas
otras tecnologías, los éxitos llegan como pequeños pasos que se suman, poco a
poco, hasta conseguir algo realmente excepcional.
En este caso, algunos medios presentan el aterrizaje de Chang’e-6 como el primer
alunizaje
en la cara oculta de la Luna. Sin embargo, es falso enunciarlo así.

La primera
misión que llegó a la cara oculta de la Luna fue la Apolo 8 en 1968, que
sobrevoló el satélite. Y, si nos referimos al primer
alunizaje en esa mitad de la Luna, tendremos que remontarnos al 3 de enero de 2019.
Un hito que, curiosamente, también protagonizó China con el antepasado de
Chang’e-6, el Chang’e-4. En todo caso, el verdadero hito de esta misión es
haber sido la primera
en tomar muestras en la cara oculta, porque, aunque Chang’e-5 (y muchas otras) ya
habían tomado muestras de la Luna, ninguna de ellas ha venido de la mitad menos
explorada. Y no es ninguna tontería, porque EE.UU. quería haber protagonizado
este hito, pero ha sido imposible.

¿Qué es la cara oculta?

Muchos
imaginan la cara oculta como una mitad oscura, en parte porque en inglés se
llama “dark side of the moon”, pero recibe luz del Sol, incluso más que la cara
visible. La clave está en que, por su cercanía y la masa de la Tierra y de
la Luna, nuestro satélite queda bloqueado en lo que conocemos como un “acoplamiento
de mareas”. Como la gravedad disminuye con el cuadrado de la distancia,
se reduce muy rápido con cada metro a medida que nos empezamos a alejar, de tal
modo que, un objeto cercano, notará una gran diferencia de fuerza gravitatoria
entre su zona más próxima y la más lejana a la Tierra (por ejemplo). Esto
hace que atraigamos con más fuerza la cara visible, manteniéndola siempre cerca
y evitando que rote sobre sí misma.

Y, lógicamente,
esto tiene otras implicaciones. Por ejemplo, mientras que la cara visible
apenas tiene cráteres de meteoritos porque está relativamente protegida por
nosotros, la cara oculta funciona como un escudo para la Tierra, bloqueando
multitud de impactos que se dirigen hacia nuestro sistema Tierra-Luna. Eso
hace que la composición de la superficie de ambas partes del satélite sea
diferente. La Luna, en realidad, es el resultado del impacto de un protoplaneta
llamado Tea con nosotros hace 4.500 millones de años, por lo que buena parte de
su química es la de nuestra corteza terrestre. Sin embargo, los meteoritos
que alcanzan la cara oculta aportan una composición diferente. Por otro
lado, parte de lo que la misión pretende aclarar es la presencia de agua
congelada en esa mitad de la Luna.

Una misión de ida y vuelta

La nave fue
lanzada a bordo de un cohete Long March 5 el pasado 3 de mayo. Cinco días
después, Chang’e-6 llegó a la órbita lunar. El domingo 26 de mayo el
aterrizador se separó del orbitador y comenzó un descenso hasta alunizar en la Cuenca
Aitken, en el polo sur de la cara oculta. La aproximación no fue sencilla
por lo difícil que es mantener la comunicación con la cara oculta, por lo que
hizo falta automatizar parte del proceso o derivarlo a través de Quequiao-2, en
órbita lunar. La cuenca fue elegida, precisamente, por la cantidad de luz solar
que recibe. En concreto, llegó hasta un cráter de 4.000 millones de años de antigüedad.
El plan es que, durante 3 días, perfore el regolito lunar para cargar en ella
rocas y polvo, tanto de la superficie como del subsuelo.

No obstante,
la misión no termina aquí. De poco sirve que tengamos muestras si no las
podemos analizar en detalle y, para eso, necesitamos recibirlas aquí, en la Tierra.
Por suerte, no es la primera vez que nos enviamos muestras hasta nuestro
planeta, de hecho, la misión predecesora de Chang’e-6, Chang’e-5, hizo lo
propio con 1 kilo y 730 gramos de material lunar. Así pues, una vez recogidas
las muestras, Chang’e-6 las enviará a la órbita lunar mediante un ascendedor
que, una vez allí, se acoplará al orbitador para dar comienzo su viaje de
vuelta a la Tierra. Si todo sale según lo previsto, las muestras llegarán el
25 de junio a Mongolia Interior tras 53 días viajando por el espacio, mucho más
de lo que tardó su antecesora.

Con suerte,
estas muestras nos permitirán comprender mejor la evolución de nuestro
satélite, así como la del propio sistema solar. Porque el espacio es el
futuro de nuestras industrias, y más nos vale comprender bien el terreno antes
de lanzarnos a lo desconocido.

QUE NO TE LA CUELEN:

Puede parecer que está dando comienzo la era espacial de
China, donde el país parece ponerse a la cabeza, superando a la NASA y la ESA. Y,
aunque hay algo de verdad en todo esto, es más preciso hablar de una nueva era
espacial global, donde muchos países, algunos grandes y otros más pequeños,
tendrán cada vez un mejor acceso al espacio, con todas las repercusiones que
eso conlleva. Habrá que ver cómo progresan estas carreras, pero nos acercamos a
un futuro donde tener un proyecto espacial no será una ventaja, sino lo mínimo
para mantenerse en el juego.

REFERENCIAS (MLA):

NASA.
“NSSDCA – Spacecraft – Details.” NASA Space Science Data Coordinated Archive, 3
mayo 2024, https://nssdc.gsfc.nasa.gov/nmc/spacecraft/display.action?id=CHANG-E-6