Colm Tóibín sabe qué tiene cuando lo pierde

Colm Tóibín sabe qué tiene cuando lo pierde

El lector tiende a fantasear sobre qué estaría haciendo el escritor al concebir la idea del libro leído. Si estaría viendo con sus propios ojos la clave de la trama, charlando con sus familiares, o simplemente tomando una taza de té y dando rienda suelta a la imaginación. Colm Tóibín estaba paseando. Hace unos cuatro años, explica el escritor irlandés (Enniscorthy, 1955), «iba por la calle y se me ocurrió una idea, fue como si me hubiera alcanzado un rayo». No tenía pensado escribir una segunda parte de «Brooklyn», una de sus obras cumbres que, además, cuenta con su adaptación a la gran pantalla. «Odio las secuelas, al menos “El Padrino 2″», bromea. Pero de repente lo tuvo claro, y por ello ahora publica «Long Island» (Lumen), novela que continúa con las vidas de Eilis y Tony dos décadas después, en la primavera de 1976.

Abandonan Brooklyn para mudarse con la familia de él, siendo todos vecinos en una calle sin salida. En Long Island nacen sus hijos, Rosella y Larry, y la armonía que ha reinado durante 20 años se rompe de golpe y porrazo, cuando un hombre de acento irlandés aparece en la puerta de su casa con una inesperada noticia. La paz conyugal se derrumba, y Eilis decide regresar a Enniscorthy con su familia, para poner distancia y retomar vínculos con su tierra natal. La novela arranca frenética, con aquel chispazo que llevó a Toíbin a situar la mayor carga dramática en «las dos primeras páginas y media. El resto de la novela debía ser más silenciosa, manteniendo la presión».

Si bien vuelve a ubicar su obra en Irlanda, es importante, advierte Tóibín, que «no hay que convertir el paisaje en un fetiche. No por ser Irlanda debe haber borrachos o curas gritando desde el altar. Nada del IRA, ni bombas, ni terrorismo. Hay que escribir dejando fuera los clichés». No deja atrás, con esto, un sentimiento generalizado no solo en su país, sino en tantas partes del mundo: el del desarraigo o el exilio. «Entristece marcharte, pero tampoco tanto», continúa el autor, que reside en EE UU, «nunca se consigue un estado emocional fijo en lo que respecta al exilio y la emigración. Y, si añadimos el amor a la ecuación… Los [[LINK:TAG|||tag|||63361b685c059a26e23f847b|||irlandeses ]]se van de un país de calles pequeñas a San Francisco, Londres o Barcelona. Son emociones ambiguas. A mí me interesa agarrar esos clichés para ver si encuentro en ellos algo interesante y dramático». No falta, por supuesto, una característica clave en la obra de Tóibín, y también, sea dicho, en su personalidad: el humor. «Me divierto un poco a expensas de Irlanda, y eso está bien», asegura.

Cacofonía de voces raras

Sí es consciente el también escritor de «El mago» del debate alrededor de la inmigración que existe en su país. «Los irlandeses dicen que Irlanda está llena. No es así. El campo está vacío, y a nivel cultural se necesita gente de fuera», opina. El problema, añade, se acentúa «cuando la gente como yo no defendemos eso lo suficiente, o no nos presentamos a las elecciones en defensa de la inmigración». ¿Para qué una campaña electoral, teniendo las redes sociales? «Ahora mismo, por ejemplo, es muy difícil oponerse a Trump en Estados Unidos porque nadie escucha. La pandemia cambió mucho la distribución de la prensa, no hay una cadena de televisión nacional, ni emisora de radio, ni un periódico en el que todo el mundo confíe», alerta el autor. Y ello lleva a a que «mucha gente crea que Biden es el responsable del movimiento anti aborto. Todo se ha convertido en una cacofonía de voces raras que dicen una mentira detrás de otra. La gente se siente con derecho a todo, es terrible».

Dice Tóibín que se enfrenta literariamente a un lugar, una persona, una temática o una idea cuando la pierde. Aunque confiesa que «no me veo capaz de escribir otra novela irlandesa sobre familias y lluvias», sí explica que «Dublín lo he perdido. Estoy en EE UU casi siempre, y no paso mucho por allí. Nunca he escrito sobre Dublín y ahora me siento preparado para ello. Tengo ciertas ideas». No dejará, de momento, de escribir. Rehúye de la opción de realizar una tercera parte de esta trama, pero confiesa que «esto de la literatura es una lotería. A mí lo que me hace falta es una idea, a veces llega de sorpresa. Siempre llevo conmigo un bolígrafo, por lo que pueda pasar». Entonces, Tóibín, hasta que te alcance el próximo rayo.