Contra las dictaduras de la propaganda

Contra las dictaduras de la propaganda

Sergéi Guriev, economista ruso, y Daniel Treisman, politólogo americano, advierten sobre las «dictaduras de la propaganda» en su libro, muy recomendable, «Los nuevos dictadores: el rostro cambiante de la tiranía en el siglo XXI», publicado en España por Deusto. Detectan un giro hacia «sistemas demagógicos o propagandístiscos», no solo en democracias nuevas, sino en algunas de las «más consolidadas» como en Estados Unidos, en donde Trump sería la «encarnación de la aspiración a un poder arbitrario». Hay muchas definiciones de «noticia», pero una de las más simples –y quizá por eso mejores– afirma que «es aquello que alguien quiere que no se sepa». Puede parecer radical, pero es compatible con el «nada en exceso», el célebre texto del templo de Apolo en Delfos.

Pedro Sánchez no quería que se conocieran los detalles de las andanzas profesionales y de negocios de su mujer, Begoña Gómez, con acceso a muchas instancias por ser quien es, algo poco estético, cuando menos. Luis Bárcenas, extesorero del PP, trabajó para evitar que sus manejos afloraran a la luz pública. Isabel Díaz Ayuso brama contra la publicidad de la situación fiscal de su novio. Borish Johnson intentó ocultar las fiestas en Downing Street durante la pandemia. El rey Juan Carlos, exonerado de todo, vive con el estigma de conductas pasadas. Alfonso Guerra padeció por los manejos de su hermano. Y banqueros, empresarios, profesionales, artistas, deportistas y muchos más pagarían –algunos lo hacen– por mantener ocultos asuntos comprometidos. Bastantes lo habrán pensado, pero nadie ha amagado con aherrojar la libertad de información, por muchos bulos y panfletos que haya –que los hay–, para los que ya existe la legislación ordinaria. Hasta Sánchez. El presidente, que invoca «regeneración democrática», ve en casi toda crítica la mano de la extrema derecha, pero los bulos y la información averiada no tienen color. Hay que leer también «La industria de las mentiras» (Deusto) del académico israelí Ben-Dror Yemini y, además, no olvidar el terrible «Führerprinzip», es decir, la idea de que el líder define la verdad. La ultraderecha y la ultraizquierda son un peligro obvio, pero hay otros. Por eso hay que evitar cualquier «dictadura de la propaganda», como las que describen Guriev y Treissman

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